jueves, 20 de junio de 2024

La ruta de Els 7 Pobles de la Tinença


En mayo de 2024 los Rayitos hicieron la aventura de recorrer la ruta de Els 7 pobles de la Tinença. Un recorrido por senda por los siete pueblos que componen la subcomarca de la Tinença de Benifassà. La Pobla de Benifassà, El Bellestar, Fredes, El Boixar, Coratxà, Castell de Cabres y Bel.

Muy bonita ruta, muy salvaje y bastante asequible si se hace en 4 días. Como era de esperar, los Rayitos se lo pasaron muy bien.

En la ruta participaron Fede, Gilbert, Kiko y Toni.

Te paso el blog específico de la aventura, donde tienes la crónica de los 4 días, los tracks y las impresiones de los caminantes.

Haz clic para acceder a la ruta de Els 7 pobles de la Tinença

miércoles, 10 de abril de 2024

Villahermosa - San Vicente de Piedrahita. Ida y vuelta


Era el lunes de San Vicente de 2024 y nuestros Rayitos tenían previsto realizar una ruta importante. La ruta no era ni dura ni compleja pero sí que era especial porque con ella se cerraba una aventura que había empezado un par de años atrás; recorrer el sendero de gran recorrido GR7 a su paso por la provincia de Castellón. Un recorrido que unía bonitos pueblos del interior de la provincia y del que a los nuestros solo les quedaba una etapa por hacer. Un recorrido que se saltaron en la última superexcursión que hicieron. El recorrido completo del GR7 por la provincia pasa por Fredes, El Boixar, Vallibona, Morella, Ares, Benassal, Culla, Vistabella del Maestrat, Villahermosa del Rio, San Vicente de Piedrahita, Montanejos, Montán, Mas de Noguera y Bejís. La excursión que faltaba era la que unía Villahermosa con San Vicente. Con esta se daría la travesía por completada.

Por problemas de logística, hoy harían el recorrido de ida y vuelta porque el coche lo dejaban en el inicio y tenían que volver a por él. Como el trayecto entre los dos pueblos es de 13 kilómetros, calculaban que tendrían que caminar 26 kilómetros con unos 750 metros de desnivel. Al final del día, lo que les salió fue parecido a sus calculos iniciales. Fueron 25 kilómetros con 700 de desnivel. Mira aquí el perfil de la ruta.


Viendo el perfil se nota que el recorrido es de ida y vuelta pero si te das cuenta, en la vuelta el camino se suaviza un poco y hay menos dientes de sierra. Luego explicaremos el porqué.

Los Rayitos que participaron en la excursión fueron Gilbert y Kiko. El uno cogió vacaciones que le quedaban del año pasado y el otro tenía fiesta local donde trabajaba. Al ser un día laborable en Castellón habría menos probabilidades de encontrarse con gente por el camino. Aunque últimamente nunca hay nadie por las montañas, sea laborable o festivo.

La paerja madrugó, y a las 7 de la mañana ya estaban en el coche camino de Villahermosa, comienzo de la ruta. Ya cerca del pueblo se cruzaron con un grupo de cabras donde había un par de crías. No sabían si era signo de buen o mal agüero pero sí que les daba la sesanción que verían más de estos animales por el camino. No fue así. No vieron ni un bicho. Algunos buitres y poco más.


A las 8.30 nuestros Rayitos ya estaban preparados con la mochila puesta y se pusieron en marcha. La ruta bajaba para cruzar el río Villahermosa y se enfilaba hacia arriba durante los primeros tres kilómetros. Se subían cerca de 400 metros en esos tres kilómetros. Primero por una pista de cemento, donde Kiko se quejó de que no se podía hacer ese esfuerzo con los músculos fríos, y después el cemento se transformó en tierra perdiendo algo (solo algo) de desnivel.

Tras unos fatigosos 3 kilómetros, donde nuestros caminantes acabaron en manga corta, se llegó al Pino Cacho, lugar emblemático para los habitantes de Villahermosa. Este paraje tiene una historia curiosa, que transcribo de un panel informativo que había allí, escrito por la nieta del alcalde de barrio de la partida de la Cañada:


La tradicional fiesta del Pino Cacho, se celebra desde hace aproximadamente 100 años. El primer domingo de mayo por la tarde los clavarios reparten los rollos del pino cacho en el porche de este paraje.

Hace aproximadamente 100 años, una plaga de langosta dejó los campos como si los hubieran segado, en gran parte de las tierras de Villahermosa. Los vecinos de la partida de la Cañada se reunieron con el alcalde de barrio de esa zona y le dijeron: "si levanta la langosta el vuelo antes que llegue a la Cañada, haremos un pilón". Y así fue, justo en la zona donde está el Pino Cacho desapareció, y la cosecha de esa partida no fue afectada por la plaga. Año tras año, se sigue dando caridad en memoria de aquella promesa.

El dueño de este paraje dijo: "no tiraré este pino nunca y lo llamaremos el pilón del Pino Cacho"

Y el pino sigue ahí.


Una vez visto el paraje, que cuenta con el pino, el pilón y un cobertizo, nuestros caminantes continuaron camino. La subida, ahora un poco más moderada continuó hasta el km. 3,8, donde se alcanzó el techo de la excursión, los 1.018 metros de altitud.

Ahora nuestros héroes se encontraban en un alto llano, el llano de a Cañada. Ya no habrá más presión muscular hasta san Vicente. El día estaba bien. Soplaba un vientecillo fresco, y había bastante calima africana. El sol no se veía pero estaba ahí, calentando poco. Las condiciones eran muy buenas para andar por la montaña salvo la calidad del aire por el tema de la calima, que los nuestros no notaron demasiado.

La ruta, en general estaba perfectamente marcada con las rayas roja y blanca de las grandes rutas y se notaba que se había repintado recientemente. Los Rayitos se confiaron bastante en seguir estas marcas de GR sin mirar mucho su gps. Al final, como suele pasar a nuestros caminantes, se acabaron perdiendo.


El despiste de nuestros héroes fue una vez pasada la masía de la Cañada, en el kilómetro 4,4, a 1.000 metros de altura, una masía habitada con una granja y en pleno descampado. Ahí, en invierno, seguro que haría frío y correría el aire. El camino seguía y, en vez de hacer un giro a la izquierda, los caminantes, inocentes ellos, siguieron recto. No vieron ninguna marca. Es más, un poco más adelante había una señal verde nueva, bonita, de madera y metacrilato, indicadora del camino. A un lado Villahermosa y al otro San Vicente. Fueron hacia la señal y cayeron en la "trampa". Siguieron sin marcas y llegó un momento que dudaron. Sin camino, sin marcas y en medio de la nada. Con una mano en el gps reencontraron el camino tras 500 metros de no ver señales de sendas, marcas ni nada. Cuatro horas después, en el caminjo de vuelta, se dieron cuenta del porqué les pasó lo que les pasó.

Bajando por un barranquito, en el kilómetro 5,9 llegaron a la fuente del Picayo. En medio de un secarral. Aquello era un verdadero milagro, el encontrar agua en semejante sitio. Un pequeño azud lleno de ranas avisaba de la surgencia.


Por el barranco, 100 metros más abajo de la fuente estaba San Bartolomé, impresionante ermita para el sitio donde estaba. Tres caravanas aparcadas en el lugar impidieron hacer fotos decentes de la portada de la ermita.


Investigando un poco sobre la ermita de San Bartolomé encontré algunas cosas interesantes que contar. Primero, si entras en el Google Maps, ves que a pocos metros de la ermita aparece marcado un punto con el texto "Vórtice energético de San Bartolomé de Villahermosa", sin más explicaciones.

Un vórtice de energía es un lugar en la Tierra que actúa como un centro de energía. Contiene más energía que cualquier lugar normal. Se cree que existen en las intersecciones de las líneas de energía natural, que forman el campo electromagnético de la Tierra. Se cree que los vórtices energéticos influyen en nuestra salud física, emocional y espiritual. Esto se mide con unos "aparatos" llamados biómetros de Bovis y que hay mucha gente que estudia estos temas.

Volviendo a al Google Maps, busqué los vórtices de energía que había en la provincia y realmente hay unos cuantos, casi todos ellos relacionados con ermitas, sitios "especiales" o así. Hay alrededor de 20 lugares de estas caraxcterísticas en la provincia de Castellón. No seguí investigando más porque me metía demasiado en todo un mundo esotérico por descubrir y no estamos ahora en eso.

En cuanto a la propia ermita, el conjunto está declarado como Genérico Bien de Relevancia Local, en la categoría de Monumento de interés local, y es bastante impresionante, considerando el lugar en el que está. Se sabe que en el año 1333 existía en este lugar un templo en honor a San Bartolomé. De hecho, cuenta una leyenda que un pastor encontró la imagen del Santo escondida entre un zarzal, al que se acercó atraído por un extraño resplandor. La construcción actual de la ermita es del siglo XVII 


Son muy importantes los retablos góticos que tenía en su interior y la imagen de San Bartolomé, del s. XIII, ya que es una de las más antiguas de las existentes en la Comunidad Valenciana. Todo esto está ahora en la parroquia de Villahermosa para protegerlo de expolios incontrolados.

La gente le tiene mucha devoción al San Bartolomé. En los años 50 del siglo XX se organizó una procesión en la que se llevó al santo a Villahermosa y se devolvió a a ermita para pedir agua de lluvia. Parece que llovió mucho. Desde hace poco, en parte por la falta de lluvia, se ha recuperado esta peregrinación.

Una vez nuestros Rayitos se cargaron de cultura y energía en la ermita, siguieron su ruta, esta vez por carretera durante un kilómetro. Luego había tramos en los que el camino "cogía un atajo" en el que se subía y se bajaba algún barranco pero todo relativamente suave. Se pasó poe el barranco del Sabinar y el barranco del Carro.


Por camino, pista y algo de asfalto, sin dejar de ver casi nunca la carretera, se llegó por fin al colladico del Moro, ya muy cerca de San Vicente, con una bonita vista del pueblo. Pronto podría descansar la pareja de Rayitos. Era el kilómetro 13.

Bajaron hasta el pueblo y buscaron el bar, que estaba en a plaza de la fuente. El ambiente era extraño. Se veía gente que andaba en la misma dirección que los nuestros. Eran las 11.45. Al llegar a la plaza vieron que estaba llena de barreras para hacer toros y entonces se dieron cuenta. Ese día era la festividad de San Vicente y el pueblo se llamaba San Vicente. Estaba claro que eran fiestas.


La gente estaba yendo a misa de 12. El bar estaba cerrado. Y los nuestros tenían que almorzar antes de reemprender la vuelta. Detrás de la iglesia había un chiringuito de bebidas de esos que se montan en fiestas por la juventud del pueblo. Nuestra pareja fue a preguntar allí. El ambiente era festivo-resacoso y alguno de los autóctonos se choteó de nuestros Rayitos comentando que había bocatas de bacon con queso y cosas así. Al final la realidad era que no quedaba pan y en pocas palabras les dijeron a los nuestros que se buscaran la vida porque allí no encontrarían comida. Cerca había una tienda.

Nuestros héroes corrieron hacia la tienda, donde una mujer estaba cerrando para ir a misa. La pillaron por los pelos y les hizo el favor de venderles pan de molde (pan normal no le quedaba) y un poco de queso y jamón. No todo estaba perdido. En el chiringuito les suministraron un par de cervezas (quizá alguna más) y con todo eso los nuestros se montaron un almuerzo digno sentados en las mesas del bar cerrado.


Una vez terminado el almuerzo y con la barriga más o menos llena, los senderistas se prepararon para continuar la marcha. Llevaban 13 kilómetros y les quedaban otros tantos. La calima se había ido y el sol pegaba como el día primaveral que era se merecía.

Nuestros Rayitos, que ya no eran unos crios, afrontaron la vuelta con resignación. Decidieron, aunque fuera un poco de trampa, evitar bajadas y subidas de barrancos en lo posible, con lo que, en algunos tramos, siguieron por carretera en vez de coger el camino. Si ves el perfil verás que la vuelta es más "homogénea" que la ida, con memos dientes de sierra. Esto también les ahorró algunos metros de distancia, algo de tiempo y un poco de desnivel. En el track del final de este artículo también puedes ver que el camino de ida no es exactamente igual que el de la vuelta. Pero bueno, fueron pocas trampas y sin mala intención. Más efectistas que efectivas.


Con esta decisión de hacer un poco más de carretera, las rodillas sufrirían menos pero los pies se recalentarían más.

A medida que pasaba la mañana hacía más calor, con el sol dando fuerte, pero un vientecillo fresco mejoraba el ambiente. Se sudó pero no se sufrió.

En este camino de vuelta, se volvió a pasar por San Bartolomé. Ya no estaban las tres caravanas que se habían encontrado a la ida pero un par de coches con gente y un señor perro no muy amigo de Kiko estaban admirando el entorno. Pasó Gilbert por delante del perro y sin problemas, pero pasó después Kiko y el perro comenzó a gruñir. La dueña estaba cerca y apaciguó los animos.

Cuando los nuestros llegaron a aquella zona donde se habían perdido en la ida encontraron el porqué de su despiste. Resulta que alguien había tapado con piedras las marcas del GR, con lo que nadie que pasara por allí sin el gps en la mano sería capaz de seguir el camino. Esto era una mala pasada. O esto lo había hecho algún propietario que no quería que pasaran por su finca, o algún graciosillo, o es que el camino cambiaba y lo habían señalado a medias. Habían unas señales verdes que tambien marcaban el camino desde Villahermosa a San Vicente. Iban por el mismo sitio que las marcas del GR. Igual fueron los que pusieron estas señales que variaron un tramo. En definitiva, una putada. Si haces esta ruta, aunque veas señales y marcas de GR, no te confíes que en algún tramo te la pueden jugar. Los nuestros destaparon la marcas "escondidas" para que futuros caminantes no se perdieran como ellos.

A partir de ese momento, en el kilómetro 20,5 de la ruta, el camino comenzaba a llanear para luego bajar a destino.

Gilbert y Kiko llegaron pronto al entorno del Pino Cacho, en el kilómetro 22 de la ruta. Pararon un momento a beber agua, que el sol picaba y deshidrataba con rapidez, y siguieron camino. Ahora tocaba bajar con pendiente pronunciada hasta del final de la ruta. Entre bonitas sendas, pistas de tierra y una muy empinada pista de cemento se llegó a la civilización. El final, como sucede casi siempre, fue una prueba de esfuerzo porque había que salvar los 30 m metros de desnivel entre el puente del rio y el lugar donde estaba aparcado el coche. Siempre pasa lo mismo, al final toca subir.

En definitiva, la excursión estuvo muy bien. los 23 kilómetros recorridos hicieron quizá que fuera un poco más larga de lo deseable y el desnivel de 700 y pico metros muy concentrados en algunas subidas tambien fueron aceptables. Y por supuesto, también hay que valorar el almuerzo a mitad de camino que, aunque estuvo en peligro, se hizo con gusto.

Con esta excursión se cerró la aventura del GR7 por la provincia de Castellón. 209 kilómetros entre Fredes y Bejís. Naturaleza pura.


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lunes, 11 de marzo de 2024

Fanzara - Penyagolosa


Como amante de los caminos de montaña, a medida que te vas haciendo más mayor es obligatorio variar tus objetivos para estar a la altura cuando sales a caminar. Empiezas de joven yendo de acampada con los amigos, saboreando la naturaleza desde bien joven. Luego continuas brincando como una cabra por la roca viva para liberar hormonas y descargar las presiones de la vida en la ciudad. Después te vas haciendo mayor y te apuntas a carreras de montaña, planificadas y controladas, hasta con avituallamientos para mantenerte fuerte en todo el recorrido. Así y así vas buscando nuevos objetivos. Rutas más exigentes, cosas que no ha hecho nadie, nuevas metas que encuentras por internet. En definitiva, según tu edad y condiciones, buscas adrenalina en vena para sentirte bien.

Sin embargo, llega un día en que te das cuenta que tu cuerpo no es eterno, que tus fuerzas no son las de antes y que incluso no vale la pena pasarse buscando récords y ultra-ultra-carreras para darlo todo. Es entonces cuando cambias de fase.

Como todo en la vida, existen soluciones para soportar con dignidad ese cambio de fase, en el que la carne no da pero el cerebro sigue pensando que eres un chaval. Aquñi es cuando entran lo que podríamos llamas ultra trails del senderismo. Una caña. Son largas marchas a pie donde cuenta el esfuerzo, el paisaje, los amigos, la comida y ese pequeño universo que se crea cuando haces algo grande, aunque sea solo para tí.

En Castellón hay muchas y variadas rutas que se pueden considerar ultras de senderismo. Muchas excursiones y romerías hacen que las caminatas de 30 o más kilómetros sean muy comunes en nuestra provincia.

La ruta de la que trata este artículo es la que, partiendo de Fanzara, tiene como objetivo Sant Joan de Penyagolosa. Son cerca de 40 kilómetros de caminata con un no desdeñable desnivel de casi 2.000 metros. Toda una hazaña para cuerpos que han vivido muchas experiencias.


Los Rayitos que participaron en esta aventura fueron Bea, Isa, Javi y Kiko. Isa y Javi repetían de otras veces y para Bea y Kiko era la primera vez. El perfil de la ruta, aparte del número de kilómetros, no parece demasiado dificil. Los casi 2.000 metros de desnivel de distribuyen casi uniformemente por toda la excursión, con lo que, aunque son muchos metros, no son tan duros como lo que parece cuando te lo imaginas.


Esta ruta se la inventarion ya hace casi 30 años los chicos y chicas de Fanzara. Este año 2024 lo organiza el Ayuntamiento de Fanzara y colaboran la Peña Barcelonista Triplet, Bar D'Abajo, y a la Comisión de Fiestas 2023, encargados este año de la logística y avituallamientos. Y sobre todo, el implicado máximo en la excursión es Vicente Olucha, que es el alma del evento. A todos ellos hay que agradecer que esta caminta haya llegado a su XXVII edición y sea un referente para los senderistas de la provincia.

La organización del evento fue impecable. Avituallamiento perfecto y el personal más o menos controlado en todo momento. Al llegar a los puntos señalados por la organización, siempre había tres coches cargados de viandas para apoyar la marcha.



Las únicas dos normas que marcan los organizadores son claras y sencillas. No pasar al guía y hacer las paradas de reagrupamiento. Con esto se consigue mantener el grupo lo más compacto posible y que no se pierda nadie, ni por correr poco, ni por correr demasiado.

Técnicamente el camino no es complicado. Mucho por pista y algo de senda. La marcha es relativamente cómoda de andar. Al tratarse de 40 kilómetros, lo que más puede sufrir un senderista es en los pies, que tienen que soportar alrededor de 50.000 pasos para llegar a meta. Al ser caminos amplios y con poca piedra en su mayoría, los pies sufren menos lo que no quita que en los días siguientes a la excursión te acuerdes cada vez que das un paso. Como hemos comentado antes, la  subida es más o menos constante en todo el recorrido. Aunque son casi 2.000 de desnivel, están repartidos entre los 40 kilómteros y no se nota demasiado, salvo en algún tramo donde te dejas el hígado, sobre todo casi al final.

En esta caminata, la XXVII edición de la marcha, participaron 70 personas. El día pintaba regular. A las 5.30 h., momento en que el guía emprende la marcha y todos los demás van detrás, no hacía mucho frío en Fanzara. Todavía era noche cerrada con una luna llena grandísima que llenaba la montaña de luz. Casi todos los caminantes iban con frontales. Un chicarrón de la organización se puso delante y empezó a tirar del grupo en la primera subida de la excursión. La pista de salida del pueblo ascendía rápido y el guía marcaba bien la marcha. Rápidamente se entró en calor.

Más o menos por el kilómetro 7, cerca del Cabezo Royo, se hizo la primera parada de reagrupamiento. Habían pasado más de dos horas y hacía un viento helado que traspasaba hasta las ideas.. Alguno de nuestros Rayitos no llevaba los guantes y casi no notaba las manos. La sensación era de mucho frío. Esta fresca acompañaría a los caminantes durante toda la jornada.


Se estaba haciendo de día y el viento arreciaba. Mucho frio para un día en el que, en teoría, el clima tenía que ser benigno.

La pista continuaba y pronto se llegó a la carretera que va desde Argelita a Llucena. El asfalto acompañaría a nuestros caminantes durante unos pocos kikóletros, hasta el descanso del almuerzo.


La siguiente parada fue en la masía del Juncar, en el kilómetro 13 de la ruta. Allí, en una fuente, el grupo se dispuso a almorzar. Se plantarion las mesas con agua,  cocas, vino, café, dulces y más cosas. El viento seguía helado y el sol no acababa de salir, así que la sensación seguía siendo de mucho frío. Se almorzó bastante rápido y las setenta y pico personas salieron a seguir la ruta con bastante adelanto.

El resto de descansos/avituallamentos se sucedieron sin problemas. Como todos los años, estos fueron:

Descanso 3, zona de la Mina: 11:15 h

Descanso 4, Loma Lengua, zona del corral: 12:25 h

Descanso 5, masía del collado, La Abuela, (comida) 14:55 h

Descanso 6, Pista del Pla de la Creu 16:30 h

Llegada a Sant Joan de Penyagolosa 17:30 h

La ruta pasa por bastantes masías, mas o menos grandes y más o menos habitadas. Las más importantes fueron: Masía del Moro en el km. 10, Mas del Barbero en el km. 12,2, Mas del Juncar en el km. 12,9 con paradita a almorzar, Venta de Panolla en el km. 13,9, Mas de Mato y Mas de Cristóbal en el km. 15,  Mas de Penella en el km. 17,2, Puerto del Remolcador en el km. 19,3, Mas Quemat en el km. 21,5, Mas del Campo en el km. 23, coll de Portapaus en el  km. 23,9 y Masía del Collado de Arriba en el km. 32,5.


Algunas casas de las masías por donde pasa la ruta daban pena por años de abandono pero otras (unas pocas) estaban habitadas. Se ven casas nuevas, poca gente viviendo y parece que hay alguna reconversión en segundas residencias o casa rurales. Esto es una buena salida para estos espacios que han perdido parte de su utilidad por el abandono de la agricultura y la emigración a los pueblos y ciudades. Ha desaparecido su función como primera vivienda pero se ha encontrado solución con el turismo y la segunda residencia.


La ruta es un dulce camino de rosas (mentira) hasta el kilómetro 30. Se ha subido mucho pero a un ritmo asequible y con una pendiente moderada. En el km. 31 se sale de una pista y la excursión se adentra por una bonita senda en el Barranco del Lobo. Ya se está al pie justo de la cara sur del pico de Penyagolosa que se ve ahí delante y muy, muy, muy arriba.

Desde el fondo del Barranco del Lobo, una traicionera senda, la del Barranco del Regallet (o del Collado o de la Abuela) se presenta delante. Realmente la senda no es muy larga ni demasiado empinada, pero tras 30 kilómetros de caminata, resulta un tanto excesiva.

Es solo 1 kilómetro de camino con un desnivel acumulado de 200 metros, pero es el tramo al que todo el mundo que hace la travesía le tiene más respeto. No hace calor pero se suda. Nuestros Rayitos suben muy poco a poco para mantener el grupo. Solo Isa, que tiene una relación especial con esta ascensión se aventura a ver si puede llegar la primera de los 70 que han de pasar por allí.

Por fin, tras muchos bufidos e ir poniendo un pie delante de otro sin más pensamiento que cada metro que se avance es un metro menos para llegar al final, se llegó al Masía del Collado de Arriba, cruce de caminos en el kilómetro 32,5. Aquí se comió. La llegada de excursionistas era un goteo lento y continuo. No había prisa, solo ganas de llegar. Nuestros Rayitos (algunos) se permitieron una lata de cerveza fresca que había en el avituallamiento. Una para cada uno, Se la habían ganado.


Ahora, ya descansados y con algo de alimento en el estómago, parecía que ya estaba todo el pescado vendido. Pero no, aun quedaba la sorpresita del final. Aunque algunas voces decían que no quedaba nada, todavía faltaba subir para llegar a la Banyadera. Un poquito más lejos y un poquito más arriba. La Masía del Collado de Arriba, donde habían comido, está a 1.250 metros de altitud y la Banyadera a 1.450 metros y 4 kilómetros más lejos. Un último buen arreón para como estaban las piernas, y sobre todo los pies, de nuestros héroes.

Por la pista del Mas Quemado, los aventureros llegaron a la Banyadera, que era el techo del viaje. Ya no habría que subir más. Ahora tocaba bajar a sant Joan de Penyagolosa, el destino final de la marcha. Hay dos caminos para ello, o bien por el barranco de la Pegunta, senda lúdica, o por una pista forestal, un poco más larga pero más cómoda. Nuestros Rayitos eligieron la segunda opción. La verdad es que daba un poco igual. Ua vez allí hubieran hecho lo que hubiera hecho falta pero bueno, castigar un poco menos los pies era la opción mas acertada.

Y por fin, por fin, llegaron a Sant Joan, tras 39 kilómetros y casi 2.000 metros de desnivel. Para el caso de nuestros Rayitos, el trayecto les costó 11 horas. Directos al bus y a esperar que les devolvieran a Fanzara a por el coche. Hacía frio y mucho viento. Cada vez que pasaba una nube, caían pequeñitos copos de nieve.

Como conclusión de la jornada, la excursión es bonita, con muy buen ambiente y exigente por el número de kilómetros, con lo que hay que estar habituado a hacer marchas largas de montaña. Pero tampoco es nada que se pueda clasificar como muy dura. Había gente bastante mayor andando y creo que solo hubo dos bajas. Para que no te lo cuentes, es muy  recomendable hacerla al menos una vez en la vida. El problema es que estas cosas son adictivas y, como dijo el Titi, "el que lo prueba repite, yo no sé porque será".

Miles y miles de agradecimientos a los organizadores, a los que iban con coches de apoyo por cuidar de los caminantes, y especialmente a Vicente Olucha por ser el pegamento que mantiene unido todo este tinglado y hace que año tras año se repita la aventura. Puedes ver su blog con fotos haciendo clic aquí.


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lunes, 11 de diciembre de 2023

Circular Vilavella - Creu de Ferro


Un fresco día de la Constitución, aprovechando una quedada para comer en La Vilavella, tres Rayitos estiraron un poco las piernas por los alrededores del pueblo.

El objetivo era la Creu de Ferro, símbolo de esta zona de la Sierra Espadán. Una meta modesta pero suficiente para nuestro grupo. En esta caminata participaron Gilbert, Kiko y Vicent, el guía del grupo. ÇVicent era el conocedor de todas las pistas, sendas, piedras, historias y personas que andaban por allí. Un especialista en la zona.

La ruta elegida son cerca de 9 kilómetros de distancia con 530 metros de desnivel. No muy complicado en cuanto a esfuerzo y sí un poco (un poco) moderado en cuanto a dificultad técnica. Sin mucho miedo.

El perfil da unas altitudes un poco extrañas. Ni se comienza a -23 metros ni se sube hasta los 483 metros. El pico de la Creu de Ferro está a 537 metros de altitud, con lo que el techo de la ruta fue esa cota y no la que marca el perfil. Mira aquí el perfil que salió:


La ruta comienza en la parte sur del pueblo de La Vilavella, en la gasolinera de la cooperativa. El inicio es por una pista de tierra que más o menos llanea pero poco a poco va subiento. Toda salida de La Vilavella, a no ser que sea hacia el mar, es cuesta arriba. Muy arriba.

Pronto, a los 600 metros desde la salida, se toma un desvío por una senda que atraviesa un pequeño pinar. Pronto también se acaba la senda y vuelve la pista, que se transforma en una empinada carreterilla de cemento (muy empinada). Arriba, al final de la subida, mientras los nuestros están resollando y con poco aliento, dos mastines bien encerrados avisan de su presencia. Los dos perros ladran con fuerza hasta que se dan cuenta que nuestros tres caminantes les ignoran y siguen su camino. Entonces, automáticamente, los canes callan y vuelven a lo suyo.



Ya estaban en el kilómetro 1,5. Parece que aquí ya acababa la civilización. La montaña tomaba el mando de la excursión. Una senda seguía subiendo, esta vez por el Barranc Roget (o Barranc de la Murta, según la fuente). A este camino , en La Vilavella le llaman Camí dels Burrets.

Nuestros Rayitos van ascendiendo hasta llegar a un alto. Era en kilómetro 2,5. Vicent comenta que "El Helicóptero" está a 50 metros, pero que todavía no irían hacia él. Antes tocacaba subir a la Creu. El Helicóptero es un  cruce de pistas con gran extensión plana que se ha utilizado por los helicópteros en operaciones de rescate o antiincendio. Desde allí se ve la Plana de Castelló en toda su extensión. Impresionante. Y todavía quedan metros por subir, con lo que aún se verá mejor. 

Ahora venía el camino malo. Vicent ya había avisado al grupo que el camino estaba complicado, con mucha piedra, mucha pendiente y algunas trepadas. Gilbert y Kiko iban con bastante respeto después de los avisos de Vicent. Pero al final no fue tanto. Es cierto que no es un camino de rosas, pero tampoco estaba para andar con tanto cuidado. En peores se habían visto.

Por fin, tras bufar y rebufar un poco y trepar un par de veces, llegaron a la Creu de Ferro. Resulta que esta cruz, orgullo de La Vilavella y los vilavelleros realmente es término municipal de Nules. Una tontería en medio de la montaña. Era el Kilómetro 3,4 de la excursión del día.


La Creu de Ferro estaba bastante cocurrida ese día. Vicent comentaba que por esa zona pasaba ya demasiada gente. Durante los pocos minutos que nuestros Rayitos estuvieron en la cruz, pasaron 4 personas, número importante contando la accesibilidad del lugar.

Las vistas son impresionantes, como en todas las alturas de la provincia. Nuestros Rayitos estaban a 537 metros de altura y se veían claras les Illes Colubretes, Penyagolosa y toda la sierra del Desert de les Palmes. La Plana resplandecía desde las montañas hasta el mar.

Un par de fotos y los nuestros se dirigieron hacia el Pic Font de Cabres, más conocido como El Puntal. No subirían pero pasarían cerca, por el Coll de Bledar.


Desde el coll, en el kilómetro 3,8 de la ruta se veían senderistas y carreristas trepando por las cuerdas que dan acceso al pico. Algunos eran ya conocidos porque los nuestros se habían cruzado con ellos en la Creu de Ferro. Nuestro grupo ni se planteó el subir. Tenían el tiempo de montaña limitado porque una fiestecilla les esperaba en La Vilavella. Ya tocaba volver.

El retorno fue fácil. Primero una bajada pronunciada desde el Coll de Bledar al Aljub dels Caçadors, en la que había que ir con cuidado. Y ya desde el Aljub una cómoda pista que iba descendiendo hasta el pueblo.



En el aljibe, Vicent se encontro con amigos que también estaban disfrutando del espléndido día de la constitución. Este punto era muy concurrido por la gente de La Vilavella, ya que está en la ruta de la Font de Cabres, lugar muy visitado por el bonito paseo que llega hasta él.


Ya volviendo por la pista, en el kilómetro 5,8, nuestros héroes se encontraron con una desviación al Poble Desert, a 2 minutos. Lo de Poble Desert sonaba bien. Para investigar. La curiosidad les obligó a ir a echar un vistazo.


Resulta que el Poble Desert es un conjunto de distintas construcciones de piedra seca que fueron construidas en la Guerra Civil Española y utilizadas, primero por un bando y después muy ampliadas por el otro. Como reza el cartel informativo, allí hay, ya sin techos pero con paredes muy bien conservadas, chabolas para los soldados (llegaron a haber alrededor de 600), parapetos, garitas, trincheras, nidos de ametralladoras, refugios antiaéreos, observatorios subterraneos y más. La restauración de este Poble Desert forma parte de un proyecto denominado "Camins de la Memòria", iniciativa municipal para recuperar estos lugares. La Ruta de la Guerra de La Vilavella recorre este pueblo y Santa Bárbara, con más vestigios de la guerra. 

Ya culturizados, el grupo volvió a la pista que les llevaría a La Vilavella. Pasaron en el kilómetro 7 por la Fonteta d'Oliver, prácticamente sin agua, para después pasar también al lado del castillo, bastante destruido pero restaurado. Al lado de la pista se encontraron con un zorro muerto, más seco que menos, prácticamente intacto.


No entraron directamente en el pueblo sino que pasaron por una carreterilla que lo cruzaba por arriba. Así se encontrarían con menos gente a la que saludar. Por allí Vicent les enseñó el comienzo de una larga escalera de cerca de 600 escalones que él utiliza a veces para entrenar. Con tanto deporte está hecho un toro. Ya era el kilómetro 8,2 de la ruta, casi al final del recorrido.

Cuando llegaron al coche, cerrando el circulo de la caminata, habían realizado casi 9 kilómetros con 529 metros de desnivel positivo. Un buen aperitivo para la comilona que se iban a pegar todos en casa de Vicent y de su chica, Elena.

En resumen, esta es una bonita excursión que en principio vendieron como muy dura pero que realmente, salvo un par de trepadas, se convirtió en interesante y accesible. Sin duda para hacer más veces. A ver si en alguna de estas se sube al Puntal y hay algunas aventuras más para contar.


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miércoles, 15 de noviembre de 2023

Circular Alfondeguilla - coll d'Artana


Un extrañamente caluroso domingo de noviembre los Rayitos montaron esta excursión. para este día Javi preparó la ruta. Busco en el wikiloc una que no fuera muy larga, que estuviera cerca y que fuera relativamente corta para el grupo. Esta vez no había que forzar mucho porque, tras un tórrido verano y un otoño un poco sedentario, las piernas andaban desentrenadas. La ruta agraciada con el premio fue una circular que, partiendo de Alfondeguilla, recorría el Barranc de Castro pasando por el Arquet, el coll d'Artana, L'Ereta, Penyalba y la Penya del Migdía. Como veremos un poco después, no se pudo completar la aventura pero nuestro grupo quedó muy satisfecho con el resultado.

En esta excursión participaron Bea, Isa, Javi, Kiko y Vicent.

El perfil de la ruta que al final hicieron nuestros esforzados caminantes fue el siguiente:


Como se ve en el perfil, con respecto a la ruta original que iban a seguir, el camino definitivo tuvo un par de kilómetros más y un poco menos de desnivel que el objetivo. Circunstancias hicieron que la caminata variara un poco. Al final fueron poco más de 14,5 kilómetros de distancia y casi 600 metros de desnivel. 

A las 7.45 de la mañana quedaron en Castellón para salir hacia Alfondeguilla, el comienzo de la ruta. Como casi siempre, todos fueron puntuales.

Tras un trayecto sin problemas, el coche llego a Alfondeguilla y se encontró con un pueblo colapsado de vehiculos aparcados. Alguna fiesta había porque no era normal que este lugar, normalmente tranquilo, estuviera tan petado. En principio se pensó que podría ser debido a alguna carrera o evento deportivo pero al ver todos los puestos de juguetes, bolsos, joyería, complementos y ropa que en ese momento estaban montando vendedores ambulantes, la idea cambió. Parecía que eran fiestas o se celebraba algo. Depués se supo que eran las fiestas en honor a San Bartolomé y San Francisco Javier, con misa y procesión incluidas. 

A las 8.30, tras aparcar fuera del pueblo porque dentro era imposible, nuestros Rayitos comenzaron la excursión. Tendrían que hacer un kilómetro más de ruta porque el punto de salida del track estaba a 500 metros de donde dejaron el coche.

El día se presentaba bueno. Nubes altas que taparían el sol y temperatura perfecta. Ideal para manga corta sin llegar a sudar.

EL grupo de rayitos se cruzó el pueblo de cabo a rabo y se adentró por una pista en el Barranc de Castro.

No hemos de confundir este Barranc de Castro con el de Suera o el de Artana (o no sé si hay alguno más con ese nombre, creo que en Artesa). Parece que este nombre es bastante popular para nombrar barrancos, fuentes y lugares. De hecho, "castro" es la traducción en latín de "castillo", y topónimos relacionados con fortificaciones o castillos hay para aburrir en todo el ámbito latino (por ejemplo, "Castellón"). 



Salir del pueblos ya les llevó un kilómetro. Estaban en la Font del Frare y el Asssut, y un poco más adelante cruzaron a la derecha, a seguir el Barranc de Castro. Caminaban por una senda muy arreglada y con pinta de muy antigua, todavía con tramos totalmente empedrados. El camino subía poco a poco, sin demasiado esfuerzo para nuestros caminantes.


La senda va discurriendo cerca y paralela al cauce seco del barranco hasta que llega un momento que metió a los senderistas en el propio lecho del río. Aquí se encañona el valle y con grandes peñas a ambos lados, los Rayitos caminaban por una garganta. Era el kilómetro 2,5.

En el punto más estrecho de la garganta, casi sin anunciarse apareció l'Arquet, construcción muy conocida y muy visitada en la zona. L'Arquet es un arco que une las dos paredes del barranco y que formaba parte de un acueducto romano (o árabe, según las fuentes que leas) que se ha mantenido hasta nuestros días. 


A partir de este momento el barranco acompaña al grupo con una pequeña cantidad de agua en su cauce, que para la escasez de lluvias que había, ya era un casi milagro. Ya sabían los romanos donde poner sus acueductos.

La humedad del ambiente hacía que los nuestros tuvieran la sensación de estar en algún valle del norte de España. Mucha vegetación y algo de frescor. Las fotos salen muy bonitas por la poca costumbre que  se tiene en Castellón de encontrarse con esta cantidad de verde que hay alrededor.


Un poco más adelante los nuestros se encontraron con un problema. Se llegó a un paso donde un algarrobo había caído en el camino y un montón de zarzas hacían muy dificil continuar por la ruta. Kiko lo intentó y, mientras se pinchaba, pasó por allí un angel de la guarda vestido de deportista. Él les comentó que existía una alternativa para seguir. Había otro camino por el que se llegaba al mismo sitio. Menos mal. Se anduvo un poco más pero se agradeció no pasar por el tormento de los pinchos.

Una vez superado el escollo, el valle se abría y subía. El grupo accedió a una ancha pista por la que siguió la ruta. Era el kilómetro 3 de la ruta. La pista iba subiendo poco a poco, ahora por el Barranc d’Eslida hasta llegar por fin a lo alto del valle. La verdad es que no se hizo nada pesado. Las piernas sabían que subían pero no se quejaban demasiado.

En la zona del Estacador, en el Corral Nou, el track hizo que nuestros senderistas tomaran una pista a la derecha por el Barranc de la Font de la Figa, arriba, arriba hasta el Coll d’Artana o Colladet de Castro, que parte los valles. Pasaban por el kilómetro 6 de la excursión. La pista se transformó en camino pero no supuso complicación.


Desde lo alto del collado las vistas eran espectaculares. Muy chulo. Estaban alrededor de 550 metros de altitud y rodeados de montañas boscosas con kilómetros y kilómetros de amplitud visión. El Castell de Castro, viejo amigo del grupo, estaba al sur, majestuoso, las montañas de Alfondeguilla y el mar estaban delante y Artana, al fondo por detrás.


En el collado, en vez de seguir camino recto que les llevaría a Artana, el grupo giró a la derecha por el GR- 36, la gran ruta de 65 kilómetros que une la Vilavella con Montanejos. Algunos de los Rayitos ya habían hecho parte de esta ruta.

La ruta que seguían los nuestros pisa el GR36 durante poco tiempo. Desde donde estaban, hay un pequeño mirador donde se ve Artana al fondo. El camino crestea un poco por una senda hasta la Ereta, donde se abandona el GR-36.

Allí al lado hay una caseta con las mejores vistas y vientos de la zona, Bordeando la casa, se toma una pista a la derecha que baja con fuerte pendiente. Las nubes altas que tapaban el sol se han ido pero también se ha girado bastante viento con lo que la sensación de calor no es mucha. Se esta bien para caminar. 

Se pasa por al lado dels Corrals de Sangrés, en ruina como casi todas las construcciones rurales de la zona, y se vuelve a subir con ganas  por una senda empinada y pelada.

Los caminantes se enfilaron hacia arriba a los singles de Mondragón, al Pic de Penyalba. Muchísimo viento corría en aquel alto. Allí hay una antenas y una caseta de comunicaciones, con placas solares. Este era el punto más alto de la ruta del día, cerca de 600 metros de altitud. Era el kilómetro 8,2 de la ruta.

Tras las fotos de rigor, el grupo de Rayitos bajaron pasando por los corrales de Boyet. Una bonita y trabajosa senda iba descendiendo hasta el coll d’Aigualit.

El tiempo ya achucaba a los excursionistas. Iba transcurriendo y los nuestros tenían trabajos el domingo al mediodía. No todo es andar y la previsión de llegada a casa se iba alargando por momentos. Uno comía en casa de la suegra, otros tenían que hacer la comida para invitados y otros se iban de viaje por la tarde. No había mucho margen para perder tiempo.

La ruta que seguían les marcaba que aún quedaba la subida a la penya del Migdia y una empinada bajada, con el consiguiente tiempo que les llevaría. En una de las casas habitadas del coll d’Aigualit preguntaron si había un camino más rápido para llegar a Fondeguilla. Les dijeron que siguieran una pista y llegarían. El número de kilómetros se disparaba un poco pero era mucho más fácil y rápido. 

Sin votos en contra, se decidió ir por la alternativa y asegurar la llegada, aunque fuera tarde. Así lo hicieron y volvieron a pasar por alguno de los tramos que habían pisado de buena mañana.


Caminando a buen paso, nuestros esforzados senderistas llegaron a Alfondeguilla. Como ya habíamos comentado al principio, eran fiestas y estaba medio pueblo en los puestos de venta ambulante de la calle. El otro medio pueblo estaría en misa mayor.


Sin tiempo de hidratarse con algo fresco, a la una y pico subieron rápidamente al coche y consiguieron llegar a casa antes de las dos. Se les había ido un poco la excursión de las manos pero había valido la pena. Paisajes muy bonitos y sendas y caminos que valió la pena pisar.

Quedó pendiente la subida a la Penya del Migdía que se lo apuntarían como pendiente para otra  ocasión.

Una excursión muy recomendable, muy bonita. Quizá un poco encajonada para hacerla en pleno verano, por el tema del calor, pero esto también tiene su encanto. Las subidas no son demasiado terribles y al final el desnivel es de solo 600 metros. Quizá, yendo con más tiempo sea mucho más recomendable hacerla entera y subir a la Penya del Migdia y saborear un poco más la Sierra de Espadán.


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miércoles, 24 de mayo de 2023

Vía verde del valle del Zafán. De Alcañiz a Tortosa.


Presentamos aquí una ruta larga. Se trata de la vía verde del valle del Zafán. En este caso, los Rayitos hicieron el camino en bici desde Alcañiz a Tortosa. Más de 100 kilómetros por un camino exclusivo, en muchas ocasiones cuesta abajo, pero no sin algo de sufrimiento. Hay que tener respeto a los primeros 20 kilómetros de subida.

La vía verde del valle del Zafán fue un proyecto que pretendía unir La Puebla de Híjar (Teruel) con Tortosa (Tarragona). A pesar de no llegar a completarse el recorrido planeado, la línea llegó a funcionar durante unas décadas, pero su bajo rendimiento, así como algunos derrumbes, hizo que se finalmente se desmantelara. Ahora se está recuperando como vía verde.

En esta aventura participaron Carles, Kiko, Manu, Merche y Rafa, todos con su espléndida bicicleta. Algunas eléctricas y otras tradicionales.


El perfil de la ruta da buenas sensaciones, sobre todo para unos "aficionados" a la bici como eran nuestros Rayitos. Viendo el perfil se nota claramente el carácter de descenso de la excursión. En una ruta como esta, donde se circula por la plataforma pensada para que pasara un tren, la pendiente es como máximo del 1,5%, pero aun así no nos engañemos, hay pendiente, tanto cuesta arriba como cuesta abajo. O sea, que hay que darle a los pedales sí o sí. También es imprescindible el llevar luz. Se pasa por innumerables túneles donde ir sin faro es imposible.

Aunque el perfil marque 99 kilómetros, nuestros Rayitos hicieron algunos más. Aquí no se ven reflejados los accesos a poblaciones para alimentarse y pernoctar. Es importante contar con ellos porque estos accesos fueron los más empinados.


Los primeros kilómetros pintan un poco duros y los últimos son muy planos. De todas maneras, las personas conocidas que hicieron antes esta vía verde contaron a nuestros ciclistas que era factible y relativamente sencilla. y de llos de fiaron, y con acierto.

Para la logística del viaje, tras valorar varias alternativas, se optó por subir a Alcañiz y dejar allí los coches, para después, desde Tortosa, contratar un vehículo que transportaría al grupo y sus bicis hasta el origen para poder volver. Y así se hizo.

Días antes del comienzo de la excursión la meteorología no estaba clara. Daban lluvia. Poco a poco esta previsión se fue diluyendo hasta que se quedó en una pequeña previsión de gotitas dispersas. Hubo suerte pero la preocupación se mantuvo viva hasta el final.

El grupo madrugó un sábado de mayo para ir a Alcañiz. Carles, Kiko y Manu salieron de Castellón a las 6.30 con las bicis montadas en el coche de Manu. Una arriba y dos detrás. De ahí a Borriol, a esperar a Merche y Rafa, con su coche y sus dos bicis.


Tras dos horas de viaje nuestros Rayitos llegaron a Alcañiz. Manu, con la precaución que le caracteriza, no se pasó ni un kilómetro por hora de lo que marcaban las señales. Iba cargado con tres bicicletas y sentía la responsabilidad de llevar a buen puerto tan preciado material. Eran las 9.30 y tocaba almorzar antes que nada. Encontraron un bar con terraza para poder dejar las bicis controladas y pidieron sus bocatas. Menos mal que pidieron medios bocadillos porque lo que salió del bar eran unos medios bocatas pero de los grandes. Aun así no sobró nada. Había que coger fuerzas.

En el local también había algunos ciclistas y tenían pinta de estar haciendo lo mismo que los nuestros. A las 10.15, cuando los nuestros acabaron, se subieron a sus bicicletas y comenzaron la aventura.

Para empezar pasó lo que pasa casi siempre. Nuestros héroes se perdieron un poco. Subieron una cuesta pronunciada y Kiko, que llevaba el gps, aseguraba que la ruta iba por allí, pero allí no había ni camino ni nada. Centrándose un poquito descubrieron que la ruita pasaba por debajo de sus pies, por un túnel que no habían visto. Deshicieron un poco el camino y entraron en el túnel. A partir de ese momento ya estaban en ruta y todo se desarrolló con normalidad.


El firme era bueno, asfaltado y plano, pero pronto se alejaron de Alcañiz y el suelo pasó a ser de tierra. Ningún problema. Estaba previsto. Cada vez había más piedras y más gordas en el camino. Esto ya no estaba tan previsto. Se supone que eso era una vía verde para que pasaran bicis. Quizá los nuestros se esperaban menos piedras.

La cosa se complico un poco, pero solo un poco. Había que seguir las rodadas de los miles de bicicletas que habían pasado por allí para pillar menos piedras y con esto se suavizó el problema. Estando atento la cosa iba bien, pero si uno se despistaba y metía sus ruedas sin tacos en gravilla, corría el riesgo de resbalar un poco. Hay que decir que algunos de nuestro héroes iban con ruedas sin tacos (de paseo) y otros con auténticas ruedas de montaña. Viva la diversidad.

A lo agreste del camino se sumó un leve desnivel, que durante algún kilómetro casi ni se notó pero conforme el camino se hacía largo, lar piernas tenían que esforzarse. El camino subía y subía. Poquito desnivel pero seguido y seguido.

El grupo ascendía lentamente por rectas interminables de kilómetros. Hacía sol pero no demasiado calor. Todo perfecto. No había prisa.


En el kilómetro 14 se pasa por la primera estación, Valdealgorfa. Hecha polvo. Tejados caídos y sin ningún mantenimiento desde hacía muchos años. Esto sería la tónica durante todo el trayecto. El grupo paró un poco para estirar la piernas.


Unos metros más allá comenzaba el túnel del equinoccio. Su nombre viene porque alrededor de los dos equinoccios del año, el 21 de marzo y el 23 de septiembre, al amanecer, el sol atraviesa por unos minutos sus 2,2 km de longitud. Este túnel no debe atravesarse, pues es peligroso, no tiene iluminación y en algunos puntos hay pequeños trozos de rocas desprendidas con las que se puede tropezar. El punto de luz que se ve al fondo engaña, porque parece que el final está cerca. La puerta del túnel está enrejada pero con una puerta abierta con un cartel de ADIF que recuerda el prohibido el paso. Nuestros imprudentes amigos cruzaron el túnel y no fueron por el camino alternativo que se ha habilitado y que rodea el monte, que está totalmente señalizado con carteles, hitos y paneles informativos. El resultado fue la satisfacción de cruzar este largo túnel y el sufrimiento de piedras caídas, agua en el suelo, gravilla donde las bicis se quedaban paradas y deslumbre por la boca de salida. A todo esto hay que sumar que su nulo mantenimiento no eliminaba el riesgo de desprendimiento en cualquier momento. Un error de los nuestros. Costó de pasar.


A partir de la salida del túnel el firme de la plataforma de la vía mejora sensiblemente. Ya no está ese montón de piedras sueltas y se va más cómodo. Se van sucediendo los túneles y las estaciones abandonadas. Valjunquera y Valdeltormo, ambas en un estado lamentable.


El camino se suaviza y viene la cuesta abajo hasta el viaducto del Matarraña, en el kilómetro 30. Un superpuente de 225 metros con unas vistas espectaculares sobre el río por donde, aun con la sequía, pasaba algo de agua.



La siguiente estación está nada más cruzar el puente es la de Torre del Compte, hoy recuperada en un sugerente hotel de cuatro estrellas con restaurante. 

Los nuestros se pierden unos metros, como en el track que llevan, pero recuperan rápidamente la ruta al darse cuenta que el firme del camino es totalmente distinto al firme de la vía de tren.

desde el viaducto del Matarraña volvió a acabarse la cuesta hacia abajo. Los Rayitos se enfrentan de nuevo a la pequeña y engañosa pendiente. A Kiko al final del da una medio pájara. Llega un momento en que te duele el culo por la bici, te duelen las piernas, te falta algo de aire y te molesta hasta la pequeña llovizna refrescante. Todo síntomas claros que te has quedado sin fuerzas.

Kiko y Manu, su benefactor, hicieron una paradita. Un poco de agua y el remedio dulce universal, el "panfiga", alimento extradulce hecho de higos, revivió los espíritus más decaídos y ayudó a reanudar la marcha.

Con la repentina subida, el grupo se disgrega un poco y cada pocos kilómetros hay que reunificarse. Rafa decía tras cada una de las largas rectas que tenía el camino que uno poco más allá venía la bajada. Siempre estaba la bajada escondida tras la siguiente curva o cambio de rasante. Todos confiaban pero casi nunca no era así.

No era así hasta que lo fue a la llegada a la estación de Cretas, por fin, en el kilómetro 41,6 de la ruta.


Cretas es el lugar donde nuestros ciclistas tenían previsto comer. Rafa y Merche habían estado y dijeron que erra un sitio bonito. y así lo fue.

La estación de Cretas estaba rehabilitada con dinero del la comarca del Matarraña. Se había rehabilitado  un edificio en una albergue con una gran sala de descanso y un bar.  Allí nuestros héroes tomaron unarefrigerio y se encaminaron hacian el pueblo de Cretas (o Queretes) a comer.

Cretas estaba cerca pero tras 41 kilómetros en bici, nada está cerca para un grupito de aficionados ciclistas, sobre todo si el desnivel es elevado y pica el sol como era el caso.


El desplazamiento valió la pena. Cretas es un pueblo medieval bonito, muy cuidado y con restaurantes con terraza habilitados para ciclistas hambrientos. Los nuestros comieron ligero unas alitas y otros pequeños majares y dieron una vuelta al pueblo (era fácil) para seguir camino.

Cretas está en lo alto de un cerro y, desde arriba se ve toda la carretera que te devuelve a la vía verde. Nuestros grupo se hizo una foto del valle y se fijó que en la carretera estaba la Guardia Civil parando a automovilistas incautos que un sábado a las 3 de la tarde transitaban por esa carretera comarcal con destino incierto.


Aunque no había ningún tipo de riesgo, nuestros héroes buscaron un camino alternativo para volver a la vía verde. Carles estudió el terreno y encontró una pista municipal que evitó lo que podría suponer alguna cerveza de más en el cuerpo de nuestros esforzados deportistas de la bici. Seguro que no hubiera habido ningún problema pero la prudencia es buena consejera en estos temas.

Ya de vuelta a a la ruta se volvió a la marcha La fuerzas estaban repuestas y ahora sí que sí todo era cuesta abajo hasta el lugar de dormir.


Ir en bici de bajada en una vía verde es una caña. Casi ninguna curva y el pedaleo es opcional. Te dejas caer y vas haciendo kilómetros.

Pero no todo es recto. La orografía se complicó un poco y en un momento se pasó por muchos túneles.

Vuelve a llover un poco pero no se afina. La temperatura es perfecta para ir en bici cuesta abajo. 


Por fin se acaba Teruel. Se pasa el gran viaducto sobre el fronterizo río Algars y se entra en Cataluña. Estamos en el kilómetro 47,7. A partir de ese momento la ruta es distintas. El firme de la plataforma es más o menos igual. Ya está todos asfaltado o casi, pero los túneles tienen mucho mejor firme. Menos piedras inesperadas y, en algún caso, con luz. De todas maneras el tema de la luz en los túneles sigue siendo una asignatura pendiente en toda la ruta. Si no se va con alguna luz potente en la bici, mejor no ir.


Un nuevo paso por una estación abandonada. Se trata de Horta de Sant Joan. Lástima de construcciones.

Poco a poco se va bajando hasta llegar al pont de la Curra, en el km. 57. Un estupendo y muy alto viaducto con un curioso “aparato de hacer selfies”. Mientras se cruza uno no se da cuenta de lo alto que está hasta que se mira abajo. A un lado del viaducto hay unas ruinas de unas instalaciones ferroviarias y desde allí se pueden hacer estupendas fotos.



El aparato para hacer selfies es un soporte donde puede colocar el móvil y ya está todo preparado para que el grupo se pueda hacer una foto. Muy ocurrente y eficaz.

Unos kilómetros más adelante, en el 62 de la ruta estaba Bot, final de la etapa del día. Merche, Rafa y Kiko iban por delante y se pasaron la entrada en el camping donde había que dormir. Llegaron a la estación de Bot donde había un tren hecho bar. una vez avisados por teléfono de que habían pasado de frenada, desandaron el camino y fueron al camping a inscribirse.




Una persona del lugar asesoró a Carles y Manu de cómo llegar a la puerta del camping. También les recomendó un lugar donde cenar, la brasería Laia. Según sus palabras, tenía mucha fama y había que ir pronto, que se llenaba.

Una vez volvieron los escapados, se reunificó el grupo y fueron al camping. Allí les atendió una chica muy simpática que les explicó todo lo que tenían que saber y les asignó una casita en la parte alta del recinto.



El lugar donde nuestros ciclistas iban a dormir era de tipo "contenedor". allí dentro había dos habitaciones, salón con cocina y baño. Todo muy digno. También una pequeña terracita donde se subieron las bicis para evitar que se mojasen por la lluvia que daban en la previsión.

Nuestros héroes se ducharon, los "eléctricos" pusieron a cargar sus bicis. Se vistieron de paseo y recorrieron andando los dos kilómetros que les separaban de Bot. Vendría bien andar un poco después de estar todo el día sentado en un sillín.

Una vez en Bot, los ciclistas, ahora caminantes, localizaron bares para tomar algo, fueron a la famosa brasería Laia que les habían recomendado y resultó que el local solo abría a mediodía. Esta vez se quedarían sin degustar la afamada gastronomía de la tal Laia.

En una esquina de la plaza de la iglesia se sentaron en un bar, concurrido por gente del pueblo. Era sábado por la tarde y había algo de ambiente. Del cielo cayó una pequeña tormenta, suficiente para que los nuestros tomaran la decisión de cenar en el mismo bar donde estaban. Se llamaba bar el Pedrís.  Cenaron de picar. Probaron un vino blanco de la tierra que se hacía en el propio pueblo. Garnacha blanca. Un poco dulce pero muy bueno. Y picaron tapas. No se pasaron en la cena.



Los nuestros se dieron cuenta que en las calles del pueblo había una especie de cartones del tamaño de un folio cogidos a mobiliario urbano y pintados de amarillo. No era algo muy sofisticado, sino bastante de andar por casa. Hicieron sus conjeturas sobre lo que eran esas señales y no llegaron a ninguna conclusión. Por fin, siguiendo la máxima que dice que para saber una cosa lo mejor es preguntar, consultaron a una señora del pueblo que les dio la explicación. Resulta que eso era un invento del alcalde para eliminar las moscas del pueblo. La gente de Bot estaba ansiosa de que llegara el verano para ver si estos cartones o maderas pintados de amarillo tenían el efecto deseado.

Ya con la panza llena, la vuelta al camping se hizo paseando. No era muy tarde cuando ya estaban en su casita. A las 22.30 ya estaban todos durmiendo.

La noche transcurrió tranquilamente. Merche y Rafa en la habitación de matrimonio, Manu en el sofá con un saco y Carles y Kiko en otra habitación. Hubo algún ronquido pero se durmió más o menos bien.

Como era de esperar, los Rayitos se levantaron temprano. La idea era dejar el camping e ir a Bot a desayunar. A las 8 ya estaban delante de un café con leche en el mismo bar donde habían cenado. Esta vez llevaban las bicis, porque de ahí ya seguirían ruta.


Pronto se “subieron” a la vía verde y se pusieron a pedalear. Este día era mucho más corto en kilómetros que el día anterior. Todos andaban bien de fuerzas y la moral estaba alta. Tenían prevista alguna visita y un lugar para almorzar.

El comienzo fue alentador, vía cuesta abajo y con muchos túneles. El firme en el interior de los túneles estaba infinitamente mejor que en los del día anterior. Se agradecía. 

A un par de kilómetros de la salida, en el kilómetro 64,5 se pasa por el puente del rio Canaleta. Bonita estampa con agua y pozas para bañarse. La temperatura no permitía este tipo de actividad y además el acceso al agua estaba complicado. Los ciclistas se hicieron fotos y tuvieron bastante.




A unos cientos de metros apareció la estación de Prat del Compte. Abandonada pero no destruida. 


Otros cientos de metros y varios túneles más adelante estaba el Santuari de la Fontcalda. Fuente de aguas termales. Hay una pequeña ruta muy espectacular con pasarelas que va por la garganta que lleva el rio Canaleta desde la estación de Prat del Compte a este Santuario. Evidentemente, nuestros ciclistas no pudieron hacerla por tres razones. Primero porque no sabrían que hacer con las bicis. La segunda razón era que no andaban muy sobrados de tiempo. El almuerzo estaba cerca y no era cuestión de alargar la ruta. Y la tercera razón y quizá la más importante era que nuestro grupo no conocía la existencia de esta ruta, con lo que sería difícil que la quisieran hacer.




La bajada desde la vía verde al santuario/balneario de la Fontcalda era corta pero empinadísima. Los ciclistas tocaron el agua del río, que estaba calentita, fueron hasta una gran plaza con un bar y una ermita y curiosearon por allí. El lugar estaba desierto salvo por un par de turistas que paseaban. Parecía que andaban de meditación. Los nuestros se fueron pronto porque poco más se podía hacer allí. No entraron al restaurante porque Carles tenía previsto llevar al grupo a un lugar que le habían recomendado para el almuerzo.

Tras la experiencia se volvió a la ruta. Las vistas eran espectaculares. Mucho bosque y mucho túnel. La vía verde bordea por abajo la garganta del riu Canaleta.


A Carles le habían recomendado un restaurante que estaba en la estación de El Pinell de Brai. Realmente no estaba en la estación, era la propia estación, que estaba restaurada como restaurante.

Pararon delante, en el kilómetro 71,7 pero estaba cerrado. Abrían a las 11 y todavía eran las 10. Siguieron adelante esperando que los dioses proveyeran. ¡Y proveyeron!


Cuando el grupo pasó por la siguiente estación, la de Benifallet, se encontraron que también estaba restaurada y un flamante bar con terracita les estaba esperando para el almuerzo. Era ya el kilómetro 76,2. El lugar era muy tranquilo, con sitio para comer, dormir y guardar bicis. En un bosquecillo y al lado del rio Canaleta. Fantástico para el almuerzo, aunque el bocata de lomo anduviera un poco escaso de lomo.


Después de almorzar, enseguida se llega al gran rio Ebro. Acostumbrados a circular por gargantas y túneles, la vista impacta, con el gran río delante y un horizonte que no se acaba. Los nuestros, se pusieron enseguida a hacer fotos. La novedad es la novedad. Era el kilómetro 78 y la ruta ya no se alejaría demasiado del río rio hasta llegar a destino.


Poco a poco el desnivel se va perdiendo, convirtiendo la vía verde en una vía plana con poca sombra. 

En el kilómetro 81, en el Azud de Xerta, se detienen a ver la represa para riego. Poco acostumbrados a este tipo de obras de ingeniería, nuestros ciclistas están un rato viendo las labores y los mecanismos automáticos de limpieza y mantenimiento de la gran represa, que reparte el agua en canales para regar todas la huerta del Ebro. Una gran obra de ingeniería.


Un poco más adelante, en el kilómetro 84, está el pueblo de Xerta. Tienen la vía verde en obras y hacen dar una pequeña vuelta turística a los esforzados Rayitos, que ya no saben donde ponerse de lo que pica el sol. El calor no es asfixiante pero el sol les saca los colores..


El paisaje ya está todo totalmente humanizado. Se acabaron los bosques, las bajadas y los túneles. Ahora todo está lleno de casas, cultivos y muchas carreteras. Bastante gente en bici y corriendo. Se podría decir que nuestros héroes han vuelto a la civilización.

Carles pincha en medio de una superrecta . Con la profesionalidad que les caracteriza, nuestros ciclistas cambian la rueda en un momento. En 5 minutos siguen camino esperando que ya nada salga mal.

En Roquetes, ya a un paso del final de etapa, se oye una especie de ruido de giros de ruedas, un frenazo y, a muy pocos metros de nuestros ciclistas, un coche choca a gran velocidad contra un árbol. El choque es muy fuerte. El golpe arranca totalmente un árbol grande quedándose éste bajo del coche. El vehículo está para tirar y una chica que esta en su interior sale como puede con el cuello dolorido. El grupo se espera haciendo compañía a la accidentada hasta que viene la policía local, momento en el que ya no pintan nada allí y siguen su camino.



Y por fin, por fin, en el km. 98,6 cruzan el Ebro por el pont de l’Estat, en Tortosa. Este es el fin de etapa y fin de aventura. Contentos van a hacerse fotos a unas letras de esas que están tan de moda y ponen el nombre de la ciudad. En total han sido más de 110 kilómetros de travesía llenos de anécdotas y risas. Con pocas penas. Gran satisfacción.

Buscan un lugar con sombra para hidratarse y lo encuentran en el parque Teodor González. Acto seguido buscan un lugar para comer y también lo encuentran allí al lado. Un domingo a mediodía no hay mucha vida en Tortosa pero los lugares que han elegido son más o menos dignos. Les hubiera gustado más un arrocito o algo típico pero se conforman con unas tapas y un segundo plato.

Después de comer, ya tranquilos y sin prisas,  Manu, Carles y Kiko dan una vuelta cicloturística por Tortosa. Rafa y Merche se quedan el el parque en un merecido descanso. Los tres que van en bici llegan hasta la estación de Tortosa, teóricamente el fin de etapa y también pasean por las ciudad vieja, quizá un poco más degradada de lo que se esperaban.





Haciendo tiempo llegan las 6, hora en la que les recoge un transporte para volver a Alcañiz, a recoger los coches. El conductor era un chico majo.

Al final de la aventura, los Rayitos llegaron a Castellón a las 10 de la noche. Ya un poco cansados entre lo físico y la carga de emociones de los dos días. Esa noche dormirían bien.

En resumen, esta es una aventura para recomendar y repetir. Ahora, al líder Carlos le tocaría buscar otras cicloruta, pero sin bajar el listón, que con esta aventura quedó muy alto.



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