Un fresco día de la Constitución, aprovechando una quedada para comer en La Vilavella, tres Rayitos estiraron un poco las piernas por los alrededores del pueblo.
El objetivo era la Creu de Ferro, símbolo de esta zona de la Sierra Espadán. Una meta modesta pero suficiente para nuestro grupo. En esta caminata participaron Gilbert, Kiko y Vicent, el guía del grupo. ÇVicent era el conocedor de todas las pistas, sendas, piedras, historias y personas que andaban por allí. Un especialista en la zona.
La ruta elegida son cerca de 9 kilómetros de distancia con 530 metros de desnivel. No muy complicado en cuanto a esfuerzo y sí un poco (un poco) moderado en cuanto a dificultad técnica. Sin mucho miedo.
El perfil da unas altitudes un poco extrañas. Ni se comienza a -23 metros ni se sube hasta los 483 metros. El pico de la Creu de Ferro está a 537 metros de altitud, con lo que el techo de la ruta fue esa cota y no la que marca el perfil. Mira aquí el perfil que salió:
La ruta comienza en la parte sur del pueblo de La Vilavella, en la gasolinera de la cooperativa. El inicio es por una pista de tierra que más o menos llanea pero poco a poco va subiento. Toda salida de La Vilavella, a no ser que sea hacia el mar, es cuesta arriba. Muy arriba.
Pronto, a los 600 metros desde la salida, se toma un desvío por una senda que atraviesa un pequeño pinar. Pronto también se acaba la senda y vuelve la pista, que se transforma en una empinada carreterilla de cemento (muy empinada). Arriba, al final de la subida, mientras los nuestros están resollando y con poco aliento, dos mastines bien encerrados avisan de su presencia. Los dos perros ladran con fuerza hasta que se dan cuenta que nuestros tres caminantes les ignoran y siguen su camino. Entonces, automáticamente, los canes callan y vuelven a lo suyo.
Ya estaban en el kilómetro 1,5. Parece que aquí ya acababa la civilización. La montaña tomaba el mando de la excursión. Una senda seguía subiendo, esta vez por el Barranc Roget (o Barranc de la Murta, según la fuente). A este camino , en La Vilavella le llaman Camí dels Burrets.
Nuestros Rayitos van ascendiendo hasta llegar a un alto. Era en kilómetro 2,5. Vicent comenta que "El Helicóptero" está a 50 metros, pero que todavía no irían hacia él. Antes tocacaba subir a la Creu. El Helicóptero es un cruce de pistas con gran extensión plana que se ha utilizado por los helicópteros en operaciones de rescate o antiincendio. Desde allí se ve la Plana de Castelló en toda su extensión. Impresionante. Y todavía quedan metros por subir, con lo que aún se verá mejor.
Ahora venía el camino malo. Vicent ya había avisado al grupo que el camino estaba complicado, con mucha piedra, mucha pendiente y algunas trepadas. Gilbert y Kiko iban con bastante respeto después de los avisos de Vicent. Pero al final no fue tanto. Es cierto que no es un camino de rosas, pero tampoco estaba para andar con tanto cuidado. En peores se habían visto.
Por fin, tras bufar y rebufar un poco y trepar un par de veces, llegaron a la Creu de Ferro. Resulta que esta cruz, orgullo de La Vilavella y los vilavelleros realmente es término municipal de Nules. Una tontería en medio de la montaña. Era el Kilómetro 3,4 de la excursión del día.
La Creu de Ferro estaba bastante cocurrida ese día. Vicent comentaba que por esa zona pasaba ya demasiada gente. Durante los pocos minutos que nuestros Rayitos estuvieron en la cruz, pasaron 4 personas, número importante contando la accesibilidad del lugar.
Las vistas son impresionantes, como en todas las alturas de la provincia. Nuestros Rayitos estaban a 537 metros de altura y se veían claras les Illes Colubretes, Penyagolosa y toda la sierra del Desert de les Palmes. La Plana resplandecía desde las montañas hasta el mar.
Un par de fotos y los nuestros se dirigieron hacia el Pic Font de Cabres, más conocido como El Puntal. No subirían pero pasarían cerca, por el Coll de Bledar.
Desde el coll, en el kilómetro 3,8 de la ruta se veían senderistas y carreristas trepando por las cuerdas que dan acceso al pico. Algunos eran ya conocidos porque los nuestros se habían cruzado con ellos en la Creu de Ferro. Nuestro grupo ni se planteó el subir. Tenían el tiempo de montaña limitado porque una fiestecilla les esperaba en La Vilavella. Ya tocaba volver.
El retorno fue fácil. Primero una bajada pronunciada desde el Coll de Bledar al Aljub dels Caçadors, en la que había que ir con cuidado. Y ya desde el Aljub una cómoda pista que iba descendiendo hasta el pueblo.
En el aljibe, Vicent se encontro con amigos que también estaban disfrutando del espléndido día de la constitución. Este punto era muy concurrido por la gente de La Vilavella, ya que está en la ruta de la Font de Cabres, lugar muy visitado por el bonito paseo que llega hasta él.
Ya volviendo por la pista, en el kilómetro 5,8, nuestros héroes se encontraron con una desviación al Poble Desert, a 2 minutos. Lo de Poble Desert sonaba bien. Para investigar. La curiosidad les obligó a ir a echar un vistazo.
Resulta que el Poble Desert es un conjunto de distintas construcciones de piedra seca que fueron construidas en la Guerra Civil Española y utilizadas, primero por un bando y después muy ampliadas por el otro. Como reza el cartel informativo, allí hay, ya sin techos pero con paredes muy bien conservadas, chabolas para los soldados (llegaron a haber alrededor de 600), parapetos, garitas, trincheras, nidos de ametralladoras, refugios antiaéreos, observatorios subterraneos y más. La restauración de este Poble Desert forma parte de un proyecto denominado "Camins de la Memòria", iniciativa municipal para recuperar estos lugares. La Ruta de la Guerra de La Vilavella recorre este pueblo y Santa Bárbara, con más vestigios de la guerra.
Ya culturizados, el grupo volvió a la pista que les llevaría a La Vilavella. Pasaron en el kilómetro 7 por la Fonteta d'Oliver, prácticamente sin agua, para después pasar también al lado del castillo, bastante destruido pero restaurado. Al lado de la pista se encontraron con un zorro muerto, más seco que menos, prácticamente intacto.
No entraron directamente en el pueblo sino que pasaron por una carreterilla que lo cruzaba por arriba. Así se encontrarían con menos gente a la que saludar. Por allí Vicent les enseñó el comienzo de una larga escalera de cerca de 600 escalones que él utiliza a veces para entrenar. Con tanto deporte está hecho un toro. Ya era el kilómetro 8,2 de la ruta, casi al final del recorrido.
Cuando llegaron al coche, cerrando el circulo de la caminata, habían realizado casi 9 kilómetros con 529 metros de desnivel positivo. Un buen aperitivo para la comilona que se iban a pegar todos en casa de Vicent y de su chica, Elena.
En resumen, esta es una bonita excursión que en principio vendieron como muy dura pero que realmente, salvo un par de trepadas, se convirtió en interesante y accesible. Sin duda para hacer más veces. A ver si en alguna de estas se sube al Puntal y hay algunas aventuras más para contar.
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