La ruta que tenemos aquí es una suave ruta con sólo 350 metros de desnivel pero que engaña un poco.
Es trabajosa y parece más de lo que es pero es estupenda para senderistas que quieren pasar una mañanita respirando aire puro.
Se trata de darle la vuelta al Tossal de Mollet, pasando por su cima. Mira aquí el perfil.
En esta ocasión participaron Ana, Elena, Gilbert, Isa, Kiko, Manolo, Raul, Silvia, Toni y Vicent.
La ruta comienza en Sant Vicent de Moró, una ermita de término de Sant Joan de Moró. A esta ermita se accede por una pista, con tramos asfaltados y otros de tierra, pero que en general está en muy buenas condiciones. Este día, por causas varias, nuestros senderistas iban con 4 coches.
Como primera anécdota del día, unas vallas en un desvío que hay que tomar para acceder al la ermita hicieron equivocarse al coche que llevaba Silvia, que siguió recto. El resultado fue que dieron una vuelta por caminos infernales con el coche y llegaron al lugar donde se había quedado media hora más tarde y con un humor de perros. A Kiko, que era el que había elegido la ruta, todavía le pitan los oidos.
Con media hora de retraso pero en buenas condiciones físicas y mentales la ruta comenzó. El día era perfecto. No demasiado calor pero sol en lo alto. Era un gran día de primavera, para llevar manga corta.
La ruta toma una senda al lado de los coches aparcados. Se empieza subiendo. El denivel no es muy pronunciado pero suficiente para entrar en calor. En pocos metros las piernas se activaron y el grupo comienzó a coger energía.
En poco menos de un kilómetro el camino desemboca en el camí de la Serra, pista de tierra que después se transforma en carretera, y que llegado a un punto coincide desde con el GR-33, muy conocido por nuestros caminantes porque es el que les lleva a Penyagolosa en sus aventuras.
El desnivel se acabó. La pista es plana o incluso pica para abajo. De momento la marcha es cómoda, quizá demasiado cómoda. Hay gente que todavía no a parado de hablar desde que comenzó a andar. En el kilómetro 2,3 se pasa por el Pou de Mollet y unos metros más adelante, en el Mas de Panero (o Mas de Paneret, o Mas de Panadero según la señal) nuestros héroes no toman el desvío del GR-33 y siguen adelante hacia su montaña. Delante tienen el gran Tossal de Mollet esperando ser conquistado.
A los pies de Tossal, en el kilómetro 3 de la ruta, hay una especie de área de descanso. Según la ruta que han de seguir, se sube por la dereha y se baja por la izquierda, llegando casi a ese mismo punto. Y allá que van nuestros andarines.
Se coge la pista a la derecha y 200 metros más adelante hay que tomar una senda a la izquierda que empieza a subir y subir. Es el camí de les Carboneres. Ya se entra en la zona de tipo de piedra de rodeno (El Tossal de Mollet es un gran mazizo de rodeno) y los caminos se hacen un poco más dificultosos y menos transitables. Mucha piedra queda por delante.
Como indica el nombre del la senda, durante la ascensión a Mollet se pasa por varias antiguas carboneras, hoy tapadas. Hay mucha carrasca en la zona y de ahí la gran cantidad de antiguas carboneras que hay. Para hace runa carbonera, d´ñecadas atrás, se hacía un gran agujero en la tierra, se llenaba de troncos, se tapaba con tierra, dejando un pequeño respiradero. Se encendía y se esperaba varias semanas para que la madera se convirtiera en carbón. Con esto se conseguía carbón para cocinar y calentarse los hogares de la época. El trabajo de los carboneros sería duro porque había que hacer el agujero, cortar la madera, llenar la carbonera, taparla, esperar, sacar el carbón y después bajar de la montaña el resultado. ¡Y por estos caminos!
Se va subiendo en medio del bosque de carrasca. Mucha y muy buena humedad, sombrita y una ascensión no demasiado dura. Lo única pega era el pedregal por donde pasaba el camino, que lo hacía un poco dificultoso. Se cruzaron varias pedreras y había que tener mucho cuidado con las rocas sueltas. Tambíen se pasó por alguna cueva, que más que una cueva era un abrigo. La Cova del Forcat.
Tras un ratito de ascensión, por fin se llegó arriba del Tossal. Era el kilómetro 4,2 de la ruta. La cima es bastante plana y nuestros caminantes la recorrieron hasta llegar a un cortado donde las vistas eran impresionantes. Mollet es una de las montañas con mejores vistas de la provincia. Mirando hacia el interior había muy buena visibilidad y mirando hacia el mar estaba lleno de brumas. Hubo foto, alguna senderista arriesgada como Ana, que no conoce el miedo, subió a un risco para hacer una instantánea al grupo.
Por falta de tiempo no se pudo ir a ver las ruinas del poblado ibérico que hay arriba. Buena excusa para volver a subir otra vez.
En el kilómetro 4,9 se comenzó la bajada. Ésta fue un poco más rápida, pero con la dificultad del camino con piedras y algún paso donde había que poner el culo en el suelo. Se bajó bien.
En el kilómetro 6,1 la senda desemboca en la pista denominada "camí de Mollet" que lleva directamente a Sant Vicent, lugar de comienzo. Pero la ruta todavía tenía alguna sorpresa.
Unos metros más adelante, la ruta, en vez de seguir por el camino fácil, se desvía por el Mas de Mollet y se sigue una senda que recorre, más o menos paralelo a la pista, el barranc del Molí Roig. A medida que la ruta se hunde más y más en el barranco, el camino se hace un poco más dificultoso. Raul, arañado antes en el brazo por un león (realmente unas zarzas, pero queda mejor lo del león) sufrió tratando de no despeñarse por los desniveles que tenían que cubrir los caminantes. Durante un rato se perdió un poco su alegría habitual. De todas maneras el grupo iba divertido y los problemas con el camino daban pie a chistes, risas y comentarios. Había muy buen ambiente.
Por fin se acabó de cruzar el barranco, en cuyo fondo había algún charco de agua. Y justo arriba estaba la ermita de Sant Vicent, destino de nuestros héroes. Era el kilómetro 7,650. La distancia que habían cubierto en la ruta fue mucho menor de lo que se esperaban, pero no por ello menos divertida.
La aventura se completó en 3 horas, a una media muy baja pero tal y como estaba el camino, divertido pero un poco complicado, y lo relajado que iba el grupo, no se tuvo la sensación de ir lento. Fue correcto.
Ya hacía tiempo que se no se reunía tanta gente Rayito y este pequeño reencuentro se esperaba con alegría, con muy buen rollo y cargado de anécdotas. Como nuestras caminantes no paran de buscar retos, ya se planeó una bajada de Penyagolosa, una subida del tirón, seguir con el Camino de Santiago y muchos más proyectos que había que poner en marcha. Toda una declaración de intenciones de que el grupo seguía vivo.
Al final Silvia, que se había equivocado en el camino de acceso a la ermita con el coche, volvió por el sitio correcto y comentó que el trayecto real era como una autopista. A saber por dónde se metería esa mañana para llegar.
Ya con la relajación de una trabajo bien hecho, algunos se quedaron en Moró para tomar un refrigerio y otros se bajaron para seguir con su vida.
En resumen, muy buena ruta, que se podría volver a hacer o incluso acortar para dejar sólo la parte interesante y quedaría como un buen entrenamiento rápido dominical.
Para repetir.
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