miércoles, 23 de febrero de 2022

Circular Magdalena Raca


Raca es una montaña que se encuentra en el término de Castelló, muy cerca de la ermita de la Magalena. Desde cualquier sitio de la ciudad se puede ver esta cima de 458 metros que, para los aficionados a caminar por senda, da ganas de subirla en cualquier momento libre que se tenga.

Las Liebres se animaron un domingo de febrero a hacer esta ruta. En concreto fueron Bea, Elena, Gilbert, Kiko y Silvia.

El tossal de Raca se trataba de una asignatura pendiente que había que aprobar. Silvia y Elena habían subido y bajado varias veces pero siempre acababan dudando y yendo campo a través. Hablando sobre el tema con Gilbert y Kiko, que se las daban de expertos conocedores de las sendas de Raca, se decidió hacer un día esta ruta para "enseñar el camino oficial" por el que se sube a esta montaña. El camino que, saliendo del polvorín, sube por el collado del Mancebo hasta llegar al Racó de Raca.

La ruta son 9,68 kilómetros con 439 metros de desnivel que se hacen con cierta facilidad. Primero va todo de subida y después, evidentemente, se baja. Mira aquí el perfil.


Unos pocos días antes de la excursión, para animar un poco a los senderistas, Kiko envió una foto del "vigilante de Raca". Se trata de una roca que está al lado del camino y que "vigila" a los caminantes que pasan por allí. La roca no tiene cara de buenos amigos pero hasta ese momento todavía no se había movido para dar un susto a nadie. El grupo tendría que estar atento para encontrar la roca a lo largo de la excrusión. Había que descubrir al vigilante. 

Para evitar perderse y dar vueltas innecesarias, Kiko se bajó un track circular que, saliendo de la Magdalena, recorría esta ruta. Todo el track discurría por término municipal del Castelló de la Plana y parecía el más directo para cumplir el objetivo de coronar la cima

La cosa ya empezó algo diferente de como se tenía pensada inicialmente.  Nuestros senderistas se pusieron a caminar partiendo de la ermita de la Magdalena. Sin fijarse demasiado en el camino que  tomaban, se metieron en el barranco de la Magdalena y tomaron una pista. El gps no se quejó por lo que se suponía que andaban bien. Pero echando un ojo más detallado al gps se diero cuenta que estaban realizado por la ruta al revés de cómo inicialmente se habían planteado. Se estaban encaminando hacia Raca por el lugar por el que, en principio, tendrían que bajarla. Al fin y al cabo ete tema daba un poco igual. El objetivo era llegar a la cima y tampoco importaba mucho este pequeño incidente. Eso sí, Gilbert y Kiko, que se las daban de expertos en el tema quedaron un poquito mal, dando la sensación que no tenían ni idea del camino a hacer. Con unas risas se solucionó el tema y se decidió hacerla alrevés. alguien dijo: "una anécdota" más para escribir en la crónica", y así ha sido.


Para explicar un poco el camino que se siguió en esta excursión, saliendo de la explanada de la Magdalena se sube por el barranco del mismo nombre y se toma el camí de l'Algepsar, al otro lado del cauce. Poco a poco el camí del Algepsar, que realmente es una cómoda pista de tierra, va subiendo el barranco hasta que lo deja y se adentra a la izquierda siguiendo otro barranco, el barranc de l'Algepsar, que da nombre a este camino.

Cada vez la pendiente es mayor, pero no interrrumpe ninguna conversación ya que se deja subir con facilidad. A la izquierda queda Raca y a la derecha el Tossal de la Roca Blanca. El camino (la pista) se va metiendo por un bosque cada vez más denso y más húmedo. Al sur, en la parte de Raca, están las rocas de les Gralles, que ofrecen sombra todo el día al barranco y dan esa protección y vitalidad vegetal a la zona. Manteniendo una frondosidad poco usual debido a lo protegido del barranco.


Esta zona era desconocida para algunos del grupo, que siempre habían subido o bajado como cabras casi "al recto" desde la Magdalena. Para otros, era donde se habían medio perdido en otras excursiones buscando entre los caminos el que más les convenía para llegar a la cima.

La pista de tierra que forma el cami de l'Agepsar se acaba en un momento dado y la continúa una senda, también en muy bien estado, con el desnivel propio de una subida de montaña. Aquí la cosa ya no era un paseo. Ahora tocaba sudar un poco.

En el barranc de l'Agepsar se juntan varias sendas. Alguna va hacia Borriol siguiendo hasta el collado entre Raca i la Roca Blanca, y otras van a distinos destinos, Roca Blanca, Raca, la Magdalena, Mas de Xiva, otras masias,... Nuestros caminantes se desviaron al este a buscar la senda que sube a Raca, el objetivo del día.

Hay varios caminos que suben y bajan y no es dificil desorientarse y acabar lejos del objetivo. Pero quizá varios caminos converjan en uno y no sea tan difícil. Es este caso, como en tantos otros, se optó por el sentido común. La cosa estaba en seguir tres reglas. Por una parte ir hacia arriba. Los caminos que bajaban no era opción para subir a una cima. La segunda regla era buscar sendas anchas y muy pisadas con lo que se asumía que "tanta gente no se puede equivocar". La tercera opción era ir hacia el sur, tener claro donde estaba la cima de la montaña y no desviarse hacia otros lugares. Con estas tres premisas no se falló. Tambien hay que tener en cuenta que la tecnología estaba presente y el gps echó una mano. Pero no era muy necesario, las cosas estaban claras.


Pronto se acabó el bosque y el lio de sendas y comenzó la piedra viva, los últimos repechos hasta el cim de Raca. Allí estaba el vértice geodésico. Los últimos metros hasta la cima son un pedregal donde hay que tener un poco de cuidado de donde poner el pie, para evitar una torcedura accidental.

Por fin se alcanzaron los 458 metros de altura que tiene Raca. Esta cima es bastante famosa en los contornos. Como tiene un acceso rápido desde la ermita de la Magdalena, es un lugar muy concurrido y muy utilizado para que montañeros, domingueros y excursionistas varios estiren las piernas con pequeñas excursiones montañísticas. Sienpre hay gente allá arriba disfrutando de las vistas.

En el caso de este día, nuestros caminantes casualmente no encontraron a nadie. No recordaban haber subido ninguna vez sin encontrarse a nadie allá arriba. Para no engañar, al subir se cruzaron con una señora muy mayor que estaba bajando y al ratito de estar llegó un carrerista que se fue enseguida.


El grupo disfrutó del momento, de las vistas. Respiraron aire puro en la exclusividad que les regalaba ese día. El tiempo estaba un poco brumoso. Les Columbretes no se llegaban a ver, pero no se deslucía en demasía el momento. Hacia el sur toda la plana de Castelló y hacia el norte, la Serra del Desert de les Palmas con sus picos. La Roca Blanca, el Morico, el Cantal, Caragol de Panxa y el Bartolo. Y como, no, un poco más hacia el mar, el Castell de Montornés y les Agulles de Santa Àgueda. Espectaculares encuadres para fotos.


Ahora, una vez recargadas las pilas de naturaleza en todo su esplendor, tocaba bajar. Esta vez sí que se haría por el camino tradicional, el de costumbre. Y esta vez no dudarían en ningún momento. Gilbert y Kiko habían hecho el tramo de bajada más de 1000 veces (quiza se exagere, pero casi seguuro que por lo menos 950 veces).


Desde la cima parten varios caminos, unos más visibles y otros menos. El que se dirigía  hacia el sur era el bueno, el que tenían que seguir. Era una camino que iba directo hacia una casa, que casi estaba en la cima, en un balcon hacia la Plana, un sitio realmente privilegiado.

Antiguamente el camino hacia Raca pasaba por el porche de esta casa. Hoy en día, los dueños de la edificación, que ya casi es una mansión, habían desviado el camino para que los miles de visitantes que acceden al pico no les molestaran .Habían habilitado una senda que, pasando por detrás de la propiedad, conectaba con el camino original. Así todos contentos. Los visitantes no molestan pero pueden pasar. 


La senda se convierte en pista, y luego hay que coger un desvío a la derecha nuevamente por una senda. La senda cambia la vertiente de la montaña. El caminante pasa de ir con vistas al este, a la Plana de Castelló, a adentrarse hacia el oeste, con vistas al tossal Roig y a la Plana de Borriol.


Tras unos metros de andar por el camino por fin aparece el "Vigilante", la roca buscada. Aunque no estaba fácil de ver, Bea lo descubrió y avisó al resto. Todos se hicieron un selfie entre rirsas porque se lo esperaban más grande. En la foto que había enviado Kiko parecía una roca descomunal cuando realmente no media más de un metro o metro y medio de alto. El objetivo se cumplió y el Vigilante ya sería un recuerdo en esta bonita excursión.

La ruta siguió bajando, ahora un poco más empinada y por una senda descarnada que había que tomar con calma y cuidado. Pronto se llegó al Collado del Mancebo, otro paso hacia Borriol desde la Plana de Castelló. 

Este collado  trajo recuerdos a nuestros senderistas porque hay una mesa con bancos de cemento donde almorzaron cuando hicieron la Transbartolo, ruta de más de 30 kilómteros que une Castelló con Benicassim por todas las crestas de la Serra de Castelló y del Desert de les Palmes, una hazaña más de las Liebres. Esta vez no se pararon porque ya habían almorzado y no había razón. Siguieron camino para adelantar terreno.


Desde el collado el camino mejora mucho. Esta muy bien conservado, incluso hay tramos totalmente empedrados como lo era en su origen cuando este camino, junto con el Camí de la Palla, servía para transportar materiales de la Plana al interior y viceversa. El origen del nombre Camí de la Palla, al que hace referencia este camino y otro que va un poco más al sur, que pasa por la Coma, es por el material que se transportaba por ellos en según que estación del año. Por estos caminos pasaba toda la paja sobrante de los cultivos de arroz con destino a los hornos de alfarería, tejería y cerámica de Borriol, Moró y demás pueblos del interior. En éopca romana y anterior, estos caminos llevarían a la costa plata, aceite y demás productos para comerciar con fenicios, griegos, romanos y otros pueblos que atracaban sus barcos para hacer negocios.

Ya más abajo, para llegar a la Plana, el camino se adentra por el Barranc de Boira, nombre dado por las propiedades que tenía esta antigua familia de Castellón en la zona, cuyo apellido ya se ha perdido por las herencias patriarcales, pero que mantiene su nombre en éste topónimo.


Por fin se llegó abajo. Allí nuestros caminantes se encuentran con el Camí de Boira, continuación natural del Camí Caminàs. Aquí se claro que este paso hacia el interiór ha sido utilizado desde, como mínimo, tiempos de los romanos. El Camí Caminás forma parte de la antigua Vía Augusta Romana y una de sus conexiones con esta arteria de comunicación romana desde Castellón al pueblo de Borriol es el camí de Boira y el camí de la Palla. La historia corría rápida bajo los pies de nuestras senderistas que casi sentían el paso de tantos y tantos caminantes y caballerías por donde ellas iban ahora.

Nuestros héroes ya se encontraban abajo de la montaña, donde comenzaba la Plana. Ahora había que volver al origen de la ruta, a la ermita de la Magdalena, donde estaban los coches. El grupo tenía dos opciones. Por un lado estaba el antiguo Camí de Boira y el Camí Vell de Barcelona, todo asfaltado y en excelentes condiciones. Por otro lado tocaba atravesar unos huertos por pista de tierra desconocida pero sobre el mapa más corto y más "aventurero". Qué decir tiene que nuestros caminantes eligieron la opción dos, no por aventurera (que podríamos pensar que sí), sino por más corta, porque ya estaba bien de andar y había que ir para casa a hacer la paella del domingo (es un decir).


La fiebre agricultora citrícola había llevado a grandes teratenientes de Castelló a hacer terrazas y plantar naranjos hasta el borde mismo de Raca. Por los caminos de acceso a estos huertos es por donde nuestros senderistas atajaron hasta llegar a la ermita de la Magdalena. Aquí no hubo pérdida. El cerro donde se alza la ermita estaba visibe en todo momento y el gps no fallaba al dar el camino bueno por el que ir. Los naranjos estaban ya recolectados pero aun quedaba algún fruto para degustación de nuestros sedientos caminantes. Superdulces y buenas. La manos se quedaron pringosas de azucar sin posibilidad de lavarlas después, pero valió la pena la cata de naranjas, fruta estrella de la Plana de Castelló.

De allí al coche fue un paseo, con un par de despistes de ruta incorporados sin mayores consecuencias. Después al coche y, sin cervezas, para casa. La gente mantiene la línea y cuesta llevarla a hacer excesos, aunque sea tras casi 10 kilómetros de montaña.

La excursión se podría clasificar como buena tirando a muy buena. Quizá larguita para lo que el grupo se esperaba. Se creían que en un par de horitas lo tendrían solucionado y la ruta llevó 3 horas y cuarto. 

La ruta es fácil y entretenida y se llevó buen ritmo. Risas, buen rollito y el "vigilante" encontrado.

Pincha aquí para ver la ruta


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