martes, 6 de noviembre de 2018

Castelló - Sant Joan de Penyagolosa 2018


Un año más el grupo de aventureros más conocido por "Liebres y Abuel@s" se embarcaron en la aventura de subir a sant Joan de Penyagolosa. En este caso el grupo estaba formado por Alejandra, Alex, Ana, Inma, Kevin, Kiko, Lorena, Manolo, Manu, María y Merche.

Nuestros excursionistas quedaron un sábado a las 8 de la mañana para comenzar la caminata. Todos menos Kevin, que tenía lío e iria a Les Useres por la tarde. En ese momento llovía bastante sobre Castellón. Tras esperar a alguna personita que se había dormido y disipar las dudas sobre si salir o no con el día que hacía, todos emprendieron la marcha. Bueno, todos no, la joven Paula, que iba a hacer solo la primera parte de la excursión no vino por miedo a un costipado/gripe/neumonía problable. La nota de color en la salida la dió Alex, que apareció con unas chanclas de playa. Pretendía hacer todo el camino con ellas (y lo consiguió).
La salida fue muy animada. Paró un poco la lluvia y los primeros cientos de metros se llenaron de parones y de selfies para conmemorar el evento.
Poco a poco la lluvia reclamó su protagonismo, tanto que el camí de la Perelola, la subida a la Pedra, se hizo bajo una cortinita de agua que empapó al grupo. Llovió mogollón, tanto que no se almorzó en el moumento sino un poco antes, en el Km. 12,5 de la ruta, en una masía que tiene un porche perfecto para este tipo de días. Una vez los senderistas llegaron a la masía, se cambiaron de ropa porque iban chopados y helados de frío. Empezaban los comentarios de algunos caminantes de terminar su hazaña en Les Useres. El almuerzó sentó bien y con optimismo porque el día se iba arreglando y poco a poco se continuó el camino. Ahora la cosa iba cuesta abajo y sin lluvia se animó el grupo.

Por supuesto se hizo la paradita de rigor en el pou de Mollet con su selfie correspondiente. Había bastante agua en el pozo (no demasiada pero bastante). Un poco más adelante estaba la sendita que baja a la font de la Canal. Como es bastante técnica los hábiles se embalaron, los lentos bajaron poco a poco y los muy lentos (que los había), bajaron muy poco a poco. Hubo reagrupamiento abajo en la font de la Canal, en el Km. 16,5 y sin prisa nuestro grupo se dirigió por una pista que bajaba con suavidad hacia el cruce con la carretera de sant Joan de Moró a Vilafamés.

A partir de aquí la ruta varía un poco de la tradicional subida a Penyagolosa. La ruta que más se conoce va por el barranc de la Parra y la bassa de les Oronetes. La que hicieron nuestros senderistas tenía mucho menos desnivel y era igual o más bonita si cabe. Además pasaba por una fuente, la de la Penella, que era el sitio previsto para comer. En el cruce de la carretera de Moró había que afrontar una subida corta pero exigente. Son ciento y pico metros a subir en apenas 600 metros de camino. Se subió bien. Una vez arriba se siguió una pista hasta la carretera de Vilafamés a Costur.
Una vez alcanzado el final de la subida y llegados a la carretera, los caminantes siguieron el asfalto alrededor de un kilómetro hasta la entrada al mas de Gasparo, en el km. 20 de la ruta, donde se volvió a pisar tierra. Enseguida se estrechó el camino y todos en fila india empezaron a bajar por una senda, por cierto bastante resbaladiza por el agua. El culo de Kiko tocó el suelo y medio minuto más arde fue el de Inma la que cayó también. No hubo más incidentes.

La senda que lleva  a la font de la Penella es muy bonita, va bordeando un pequeño barranco, el barranc del Centenar. Es bastante plana y va bajando muy lentamente hasta el pie de la rambla, donde está la fuente.

Una vez en la font de Penella nuestros senderistas pararon a comer con la vista puesta en la rambla de la Viuda, su próximo reto, por lo que la parada fue más corta que menos. La fuente llevaba bastante agua.

Con el tiempo mucho más estable con el sol asomando timidamente, los caminantes reemprendieron la ruta y en diez minutos llegaron a la rambla, en el km. 23, donde ya sabían que tenían que cruzar por el agua. Ahora comenzaba el trabajito de quitarse la botas/zapatillas, cruzar la rambla y volvérselas a poner.


Hubo anécdotas para todos los gustos. Algunas excursionistas llevaban cangejeras, algunas cruzaron desclazas. Manolo "tiró" (sin querer) una zapatilla al agua y Alex, como iba con playeras, no tuvo problemas. Una vez todos calzados y con los pies frescos nuestros héroes acabaron de cruzar todo el lecho pedregoso de la rambla, pero con una sorpresa final, ya que un ramal de la corriente iba por el otro lado de la rambla y hubo que cruzarlo también. Esta vez fue a pelo, poniendo o tirando grandes piedras por las que pisar para cruzar. La gente casí se mojó más de salpicarse de tirar las piedras que de pasar el riachuelo con las zapatillas.

Ya superado el escollo de la rambla de la Viuda, ahora venía la parte menos clara de la ruta. Desde un campo de almendros a un camino entre coscoll (coscoja) que raspaba a todos los valientes que iban con pantalón corto. Al ser caminos poco transitados, éstos se van estrechando hasta hacer que el pasar suponga cierto sufrimiento dermatológico. 

Mientras todos iban en fila india, en el km. 25, a Kiko se ocurrió preguntar si habían cogido las llaves del coche que se había quedado en les Useres de logística con la ropa de cambiarse y dormir. De repente Lorena se paró, se puso blanca, Si en ese momento se hubiera abierto un agujero en el suelo y se la hubiera tragado, ella se habría sentido mejor. Con las prisas de una mañana haciendo tarde a la cita de salida no se acordó que tenía que coger las llaves del coche. 

Una vez asumida la presión del momento, con las risas generales se puso en marcha toda una logística de recuperación de llaves que se solucionó gracias a un angel de la guarda que nos salvo de dormir sin cambiarnos de ropa.

Para evitar un paso complicado porque el dueño de la finca trata de eliminar el camino del GR33 para que la gente no pase por su finca, Kiko fue por una senda alternativa casi perdida. Manolo, el "coche escoba", se despistó y dejó atrás a dos caminantes que acabaron un poco perdidas. Andaban estas dos todavía gesionando la recuperación de las llaves del coche, se despistaron y no encontraron un camino ya de por sí dificil de encontrar. Tras unos minutos de ardua busqueda se recuperó el grupo y Manolo volvió a su puesto haicendo de escoba.

Ahora nuestros aventureros pasaban por un carreterilla que desembocaba en un barranco, que acababa en un camino, que finalizaba en un cruce con una pista (camino variadito). Precisamente en este crucre se une esta ruta con la otra variante del GR-33, la que va por el barranc de la Parra y la bassa de les Oronetes. Estaban nuestros senderistas ya en el km. 28, a poco más de media hora del su destino para ese día.

Después de un ratito más por un camino y la corta y empinada subida a les Useres los protagonistas de esta aventura llegaron al km. 30 de la ruta, la plaza del pueblo, y se rehidrataron convenientemente. Allí les esperaba Kevin, que se incorporaba al grupo para caminar el día siguiente. Por supuesto también estaba Damián, el angel de la guarda del grupo, que estaba con las llaves del coche en la mano. Tuvo que subir adrede a llevarnos las llaves olvidadas. En ese momento hacía fresquito pero se soportaba bien. 
Por turnos el grupo fue a la casa rural a ducharse. La casa era bonita y muy rural, con un sofá de 2 plazas para los 11 caminantes. A las chicas (y Kevin) les tocó el piso de arriba y a los chicos el de abajo. Las camas estaban bastante bien salvo una, que María al sentarse, no sabemos si por cansancio (María) o por vejez (la cama), cedió y se desmontó. Las risas fueron generalizadas y, con cuidado de no romper nada más, se trasladó el colchón al suelo para poder dormir en él. Se sospechó que el somier ya estaba tocado de viejo, ya que se aguantaba con una silla tumbada que soportaba el peso de la estructura. En cuanto a María, cansadita si que estaba y no se sabe con qué fuerza se tiró en la cama.

El resto de la tarde se pasó entre duchas, cervezas y refrescos en el bar y conversaciones sobre como había ido el día y lo que se esperaba del día siguiente. La cena fue temprano. Les sacaron unos superbocatas de metro y medio que ingirieron con velocidad y prontito a dormir, que al día siguente había que madrugar. Hubo gente que inicialmente se quería retirar y no seguir al día siguiente pero la situación se recondujo y todos continuarían la aventura. Tras media horita de risas y cahondeo en el piso superior, al final el personal se durmió.

Sonó el despertador a las 6 de la mañana para salir a las 7 (realmente les ayudó el cambio de hora de esa noche que iba en su favor). Al final la salida fue a las 7.15. Como marca la tradición de Liebres y Abuel@s, se hizo la foto en la plaza de Loreto delante de la estatua del peregrino y el grupo tiró para adelante. Todos con ganas y con la meta clara. Algunos se pusieron como máximo objetivo llegar a Xodos porque no se veían capaces de acabar, pero ya se vería como andarían las fuerzas en su momento.

Ya saliendo de les Useres el primer kilómetro es un poco duro. Se sube a una montañita desde la que hay unas vistas muy bonitas. Con la subidita la ropa empezó a sobrar. Luego se siguen unos kilómetros por una pista más llana. El ambiente era bueno, las de atrás todavía no habían parado de hablar desde el inicio de la marcha (casi podríamos decir que desde el día antes) con lo que era evidente que la marcha no era muy vertiginosa que digamos.

Desde el paraje de la Creu, en el km. 35, comenzaron las bajadas y subidas que les llevaban a la ermita de Sant Miquel de les Torrocelles. Manu iba por delante disfrutando de todas las señanles que jabalíes y otros bichos se dejaban ver por el camino. La última subida hubo que tomársela con calma. Fueron diez minutos de esfuerzo, que tomados poco a poco, se subieron bien. Para los que no habían estado nunca allí, esta masía/ermita fortificada fue una imagen impactante por estar allí en medio de la nada tan arreglada. De origen musulmán, esta construcción militar y religiosa medieval, situada estratégicamente en el camino de Atzeneta a Llucena, defendía las posiciones de los grandes castillos del Alcalatén y Culla. Allí se paro a almorzar un poco y se cogieron fuerzas para el ataque a uno de los objetivos del día, la Lloma Bernat que, por que se había oido hablar, infundía mucho respecto.
Una vez fuera del castillo el grupo fue subiendo más o menos ligerito hasta la sendita que sube el farallón de la Lloma. Poco antes de abordar el final de la subida, las personas que andaban más justitas de fuerzas se tomaron la glucosa de turno para encajar el esfuerzo. La subida se hizo muy lenta pero sin parar. El resultado fue que, casi sin darse cuenta, todo el mundo ya estaba arriba haciendo fotos a un paisaje espectacular que cubría muchos y muchos kilómetros de extensión.

Como era de esperar tras un ascenso importante, el grupo se partió en dos. Los más rápidos tiraron hacia Xodos sin esperar y coger frío. El resto siguió a su marcha. Ahora había que bajar la Lloma por el otro lado y llanear hasta la pequeña ascensión al pueblo.

Justo como estaba previsto, la llegada al bar de Xodos fue a la una y media. Fue un poco escalonada y práticamente se dirigieron en seguida al comedor a comer. Como era de esperar, la comilona fue espectacular. Mucha comida y muy buena, todo regado con cerveza y vino y gaseosa. Por allí pasaron platos con olla, arroz con chipirones, cordero al horno, entrecots, conejo con setas, dorada a la espalda y muchas más viandas buenas y abundantes que hicireon las delicias de nuestros caminantes.

Una vez bien comidos llegó el momento de acabar la aventura. Calentitos, sentados y con la barriga llena costó un poco ponerse en marcha. Aunque con dudas, todos siguieron el camino y nadie se rindió. Alex tuvo que "apañarse" sus playeras una vez más antes de encarar la última etapa.

Con el estómago bien lleno salieron al frio de la tarde para encarar el Marinet. Una vez más el grupo se dividió. Los más fuertes llevaron su ritmo y los menos fuertes el suyo. La subida al Marinet es dura, sobre todo cuando se está haciendo una digestión pesadita. Poco a poco nuestro grupo fue subiendo metros hasta que, cerca de la cumbre, el paisaje cambió radicalmente. ¡Estaba nevado! No era una nevada muy grande pero la nieve estaba ahí. Muchas fotos y nuevos ánimos para nuestros senederistas. La ascensión al Marinet no fue tan grave como se pensaba en un principio. Como se fue muy poco a poco, se disfrutó más que se sufrió.

En el Pla de la Creu se acabó la subida. Era el punto más alto de la aventura y así lo atestiguaba la nieve del suelo y los carámbanos de hielo en las señanes indicadoras. Nuestro grupo se abrigó con casi todo lo que tenía y se comenzó la bajada hacia sant Joan. Ahora era todo ya cuesta abajo y las risas y el buen ambiente volvió a aparecer. Algunas setas, pero pocas, acompañaron por el camino y en la ermita de sant Joan, destino final, esperaban ya dos coches para devolver a nuestros campeones a Castellón.

Una excursión/aventura muy bonita y emocionante, tanto para los que ya la conocían como para los nuevos. Muchas experiencias acumuladas y muchos mensajes para poner en camisetas. “Yo también subí el Marinet” “60 kilómetros no son nada” y las típicas “no hay dolor” y “somos l@s mejores”.

Evidentemente, un aventura para repetir.

Añadimos el track de la excursión. No está hecho ese mismo día pero la ruta es exactament la misma que la que se hizo.


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