miércoles, 1 de diciembre de 2021

El Camino de Santiago desde Castellón. Etapa 3. De la Serra d'en Galceran al Mas de Segarra

 


Solo hay una palabra que define con total exactitud esta etapa del Camino de Santiago: VIENTO

La excursión se realizó en la última semana de un noviembre. Semana en la que el frío se adelantó un poco a lo que está uno acostumbrado en estas latitudes. La personas que tuvieron que ponerse piedras en los bolsillos para no salir volando durante esta ventosa jornada fueron Ana, Bea, Elena, Gilbert, Isa, Javi, Kiko, Silvia y Vicent.

La tercera etapa del Camino de Santiago desde Castellón comienza en la Serra d'en Galceran y termina en el Mas de Segarra, junto a la carretera que une Albocàsser con Ares. 

La etapa no revestía una especial dificultad. Kiko trató de hacer la ruta un poco más entretenida y cambió los 7 primeros kilómetros, que eran de bajada por carretera, por una combinación de pista-senda que resultaría más adecuada a unos senderistas expertos como nuestros héroes del Camino de Santiago. Con ello prácticamente se eliminaba el asfalto del recorrido de la etapa.

Esta vez las 9 personas que componían el grupo no tenían apoyo logístico para transporte, con lo que iban a apañarse solas. Cada vez estaban más lejos del origen y la cosa se iba complicando en cuanto tiempo de desplazamiento. En este caso había que subir a 9 personas a la Serrra d'en Galceran para comenzar a caminar y depués bajar las mismas 9 personas des del Mas de Segarra cuando se acabara la excursión.

El tema se solucionó con 3 coches e ingenio. A saber:

Un coche subiría al comienzo de la ruta con 5 personas, los descargaría y después iría sólo con el conductor al final de la ruta. Los otros dos coches irían directos al final de la ruta con 2 pasajeros cada uno. En el final de ruta se encontrarían los tres coches con 5 ocupantes en total, que volverían al comienzo de la ruta con un coche. El resultado sería que estaban todos los caminantes al inicio de ruta con un solo coche y había 2 coches vacíos al final de ruta. Exactamente como querían para, cuando acabaran la marcha, volver los 9 con los dos coches a la Serra y bajar los 3 coches a casa. Toda una labor de encaje de bolillos digna del mejor de los ingenieros. Esto es como los acertijos esos de cruzar el rio ovejas, lobos y sacos de trigo y que no se coman entre ellos. Aquí tampoco se comieron entre ellos.


A las 7 y media de la mañana, cuando el primer coche llegó a la Serra d'en Galceran y descargó a los primeros 4 senderistas (Silvia, Gilbert, Elena y Bea), el viento ya era terrible. Para esperar a sus compañeros, los 4 se quedaron acurrucados dentro de un portal para que el viento no los arrastrase por todo el pueblo. Menos mal que el del bar abrió rápido y pudieron tomar un café. Si no, se les habría encontrado todos abrazados y congelados al cabo de un ratito.

A la vista del temporal de viento huracanado que estaba montado, se decidió eliminar la innovación de Kiko de ir por camino y el grupo seguiría la ruta original que bajaba por la carretera. Con eso aumentaban sensiblemente la seguridad del grupo.

Ya en la carretera se vieron piedras de pequeños desprendimientos y todos se reafirmaron en ir por asfalto. Nadie se atrevió a ir por camino. Realmente casi nadie, porque Gilbert sí que quería, pero se adaptó a la mayoría.

El perfil definitivo de como quedó la ruta es el siguiente:

Hay algunos errores en el track y en el perfil que imaginamos por culpa del viento (o del cacharro de grabar los tracks gps), cosa que no debería ser. Pero bueno, ahí está.

Desde el comienzo de la etapa el grupo trató de seguir las marcas del Camino de Santiago. Dentro del pueblo ya las había pero los nuestros se despistaron y fueron siguiendo carretera cuando, las marcas del Camino de Santiago marcaba tomar un atajo para ahorrarse un par de curvas. Los senderistas tuvieron que recular y meterse por esta variante de la ruta que les ahorraba un tramo. El camino que tomaron era  el trayecto que seguían todos los veraneantes para ir a la piscina del pueblo, que estaba allí al lado. 


Después de subir unas escaleras de piedra que recordaban a las escaleras del camino de Santiago en Portomarín, se pasó por el lado de la piscina municipal que evidentemente nadie usaba en esa época del año. El viento hacía hasta que tuviera olas.

Cuando nuestros caminantes llegaron a la carretera la ruta ya era fácil. El objetivo era seguirla durante 6 kilómetros hasta llegar a los Rosildos. Eso sí, seguirla a costa de un viento de cara de cerca de 100 kilómetros por hora.


La carretera iba subiendo poco a poco hasta llegar al coll de la Banderita, a 820 metros. Era el kilómetro 2,5. Al fondo se veía la nieve en el coll d'Ares y alrededores. En este punto, la ruta brindaba otra oportunidad de coger nuevamente una pista y dejar la carretera. Gilbert hizo un intento de aproximarse al nuevo trayecto pero nadie le siguió. Así que no fructificó la historia.

Arriba en el collado el viento era horrible. Si se pegaba un salto, el aire te desplazaba más de un metro. Costaba mucho caminar y todos iban inclinados para poder seguir. Como en las películas. Esa misma tarde Silvía comentó que había visto en internet que en la Serra d'en Galceran, origen de la ruta, el viento había llegado a 101 kilómetros por hora, Junto con la Jana, Rosell y Benafigos. Nuestros caminantes lo ratifican.


La bajada fue incómoda, como se puede suponer. Bea, que andaba con mucho respeto ante el viento, se concentró en sus botas y sus palos y se adelanto para no pensar más que en caminar. Se metió de primera del grupo y puso la directa.
En el kilómetro 7 de la ruta del día acabó la bajada a Los Rosildos, mas concretamente en el Mas del Regaller. El viento no pegaba tan fuerte como arriba pero seguía dándole bien. Nadie se quitó ni la chaqueta, ni el cortavientos, ni guantes, ni gorra, ni capucha. No sobraba ninguna prenda. El problema era mantener el gorro en su sitio porque cualquier ráfaga podía hacerte correr a buscar una gorra volando.


Se hizo reunificación de grupo, porque con las prisas de Bea y de las personas rápidas del grupo se había hecho un poco de brecha. De ahí a la Rambla Carbonera solo restaban 500 metros. El recorrido de la ruta ahora discurría siguiendo esta Rambla durante un buien trecho. Realmente hasta el final de la etapa. Nuestros senseristas se encontraban en la altura más baja de la etapa, a 361 metros de altitud. Se habían bajado cerca de 360 metros en los 7 kilómetros que llevaban desde la Serra d'en Galceran.

En cuanto a las condiciones atmosféricas, se suponía que mientras siguieran al lado de la Rambla Carbonera estarían resguardados y el viento pararía, pero realmente no fue así. Parece que el tubo que formaba el gran valle hacía de canalización y el aire se encañonaba en la rambla cogiendo bastante fuerza.

Eran cera de las 10 de la mañana y a nuestros senderistas ya les rugían un poco las tripas. Sobre el kilómetro 9,2, en la zona dels Puchols de Dalt, buscaron una masía para resguardarse del viento y almorzar. La sensación de frío era intensa. Todavía nadie había bebido desde que salieron de la Serra. Almorzaron rapidito y siguieron camino para no enfriarse más de lo que estaban.

El camino hasta el final de etapa cruza hasta 5 veces la Rambla Carbonera. Salvo un desvío para visitar el ermitorio de Sant Pau, la ruta discurre paralela a la rambla, con lo que el desnivel que hay que superar es muy bajo. Siempre se sube, pero con conocimiento.

En el kilómetro 13,7, nuestros senderistas se desviaron hacia Sant Pau. La ruta hacía un alto para visitar este curioso lugar.

De momento el viento paró y con el sol los caminantes comenzaron a sudar. Parecía que ya empezaba a sobrar ropa. Todos se quitaron gorros y guantes y algunos hasta chaquetas. Pero la alegría duró poco. A los 10 minutos ya estaba el frío viento dando caña otra vez y hubo que reabrigarse.

La llegada a Sant Pau fue coreada por media docena de perros que, defendiendo su masía, ladraron y persiguieron a los caminantes durante bastantes metros.


Sant Pau, en el kilómetro 15,5 de la ruta es una ermita con mucha historia. En la web https://www.ermitascomunidadvalenciana.com lo explica muy bien:

"El hallazgo aquí de restos arqueológicos de época de la romanización ha apoyado la leyenda -sin ningún fundamento histórico- de una presunta estancia del apóstol en estas tierras. Más popular es la tradición que relata que a finales del siglo XVII el santo se apareció en este paraje a unos hombres tullidos y enfermos que se bañaban en una charca fangosa; su intervención milagrosa hizo que las turbias aguas quedaran limpias y los enfermos sanos". Como podemos leer, siempre hay una hitoria para cada sitio.


Este milagro provocó que el sitio cogiera fama y se construyó nueva iglesia, salas anexas y una hospedería. Llegó a convertirse un un importante centro litúrgico-milagrero con muchísimas visitas y romerías.

A esta ermita todavía peregrinan hoy desde Albocàsser y desde la Torre d'en Besora. Antiguamente lo hicieron los de la Serratella y los marineros de Vinaròs. Estos últimos se pegarían una buena paliza porque, por carretera hay más de 60 kilómetros de distancia entre Vinaròs y Sant Pau. Aunque la romería se hiciera por caminos que reducirían esta distancia, tampoco se acortaría tanto.


Tras cuñar la cartilla del Camino y ver las instalaciones que están restauradas y en bastante buen estado (salvo el coro de la iglesia, de primeros del siglo XVII, que está apuntalado y un poco en precario) nuestros caminantes abandonaron la ermita para seguir la ventosa ruta. Sant Pau dejó buen regusto al grupo. El sitio es de esos que tienen una energía especial.


El viento no daba descanso a nuestros caminantes. Cada vez iba a más. Volvieron a cruzar la Rambla Carbonera y la siguieron desde el otro margen. Hacía muchos kilómetros que la dirección que llevaban era hacia el norte y ahora se desviaban havia el oeste, como si subieran hacia Ares y Vilafranca. Precisamente la dirección que tomaron era hacia el origen de los vientos huracanados que les acompañaban, y hacia donde estaba la nieve que helaba este viento.


El huracán fue a más si cabe. Aunque abrigados, el aire frío se colaba por todos lados y el caminar se hacía penoso. Entre campos de olivos daba un poco de respeto el ruido de las ramas y las hojas al batir. El camino era prácticamente plano, con ligera pendiente hacia arriba pero el esfuerzo era muchísimo mayor por enfrentarse a la pared de viento que a la poca pendiente. Ya quedaban pocos kilómetros y se iba muy bien de tiempo, con lo que no habçía especial prisa y se podía ir un poco más despacio.


En el kilómetro 19,700, a muy poco del final, el grupo pasó por la Masia de Segarreta, la última antes de llegar a la Masia de Segarra, final de etapa. Estas dos masías, Segarra y Segarreta, junto con la de Segarró componen un grupo rural muy conocido en el término. Se encuentran en un estatégico cruce de caminos. Hay una pequeña referencia en internet de cuándo se hacía la Solispassa, que consistía en una bendición de las masías en la Pascua con un protocolo muy determinado donde eran protagosnistas los niños, las mazas, los curas y los huevos y dineros que ofrecían los masoveros. 

Este protocolo de la Solispassa lo comenta Javier Miralles Porcar de la siguiente manera:

"A l’arribar als masos posaven damunt la taula guarnida una fogassa de pa, un plat ple de sal , un pitxer d´aigua i al terra tines i canters plens d´aigua, el capellà ho beneïa i amb segó amb aigua beneïda en tirava a la porta de casa, els masovers donaven el que podien".

En cuanto a los lugares donde se realizaba este rito comentaba:

“El terme de Benafigos el vaig fer tots sencer acompanyant al rector de Benafigos, mossen Fibla, un any a la Solispassa, el de la Torre d´En Besora igualment acompanyant al meu germá Ricardo i també el de Villar de Canes i una part del de Culla que pertanyia a la parròquia de Villar de Canes, Mas del Sastre, el Pou d´en Boix , allà a la vora de Sant Pau d´Albocàsser i la carretera de Vilafranca a Castelló, La Segarra, la Segarreta i el Segarró. Han passat molts anys”.

Son costumbres y tradiciones que se pierden y a las que no ayuda nada el despoblamiento masivo de las masias en favor del superpoblamiento de las grandes ciudades. Ya veremos hasta donde llegamos.


El final de etapa estuvo acompañado, aparte del viento, por un grupo de cazadores que venía subiendo por dentro de la Rambla Carbonera pegando tiros a los animalillos que se guarecían del huracán en el lecho del barranco. Por la cantidad de tiros que se oyeron (y muy cerca), algún animalillo sufriría.

La ruta se concluyó con un poco más de 20 kilómetros de marcha con un desnivel acumulado de 271 metros. Un paseo a no ser por el molesto viento que hizo que la travesía fuera "especial". No obstante el viento, nuestros senderistas solo tardaron 4 horas y pico en hacer la ruta. Una marca muy rápida. Parece que no quisieron perder tiempo en ver el paisaje.

Cada vez estaban más cerca del objetivo, que era la catedral de Santiago, a más de 900 kilómetros de distancia todavía. La moral seguía alta. Había que tener paciencia unos meses o años para completarla.

 Haz clic aquí para ver la ruta



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