sábado, 25 de septiembre de 2021

L'Alcora - Torremundo - Araia - L'Alcora

La ruta que presentamos aquí es un poco más exigente de lo que los senderistas huevones como los Rayitos acostumbran a hacer. Es muy bonita y recomendable y, sobre todo, es de esas en las que a mitad de camino hay un muy buen lugar para almorzar, cosa que da un valor añadido muy interesante a la excursión.

El perfil de la ruta es el siguiente:


Visto el perfil, al principio el camino pica hacia arriba hasta la cima de la excursión, Torremundo. Despues ya es todo más tranquilo. En la excursión participaron Francis, Gilbert, Javi, Kiko y Ricardo. Ya hacía un tiempo que Francis quería invitar a Gilbert a hacer una excursión por su pueblo, l'Alcora. Ese sábado se consumó la invitación. Gilbert se llevó a Kiko como acompañante y Francis fue con dos amigos, Javi y Ricardo, muy aficionados a patear por la montaña. Cinco personas que harían una ruta muy típica de su pueblo. Subirían a Torremundo, la montaña más alta de su término municipal, y además almorzarían en Araia, en un bar muy típico y concurrido de esta pequeña aldea. 

Kiko y Gilbert se pegaron un buen madrugón. Quedaron a las 6.30 de la mañana para subir a l'Alcora donde les esperaban los otros tres senderistas. La semana había sido lluviosa y el terreno seguro que estaría en muy buenas condiciones. (mullidito y con poco polvo). Subían algo inquietos. Por la carretera en plena noche, Gilbert y Kiko veian grandes resplandores de rayos y centellas a lo lejos. Parece que había una buena tormenta detrás de las montañas de l'Alcora. Si el tema se complicaba no podrían salir, pero por lo menos tendrían lo del almorzar, que no pensaban perdonar.

Al final, con rayos y todo los 5 valientes salieron. No había previsión de lluvia y si no salían, después se arrepentirían de no haber aprovechado un día tal bueno como el que acabó siendo.

A las 7 comenzó la marcha. La ruta elegida sigue el paseo que lleva del pueblo hacia la ermita de sant Vicent. Es un bulevar muy arreglado y por que va mucha gente a hacer algo de deporte. Aun siendo un sábado tan temprano, nuestros senderistas se cruzaron y saludaron a algunas personas.

La ruta dejaba la ermita de sant Vicent a la derecha y seguía por una pista. La iluminación de las farolas se acabó y, aunque empezaba a clarear el día, algunos frontales dieron algo de más luz al camino. La pista pronto se acabó y se tomó una senda que salía a la izquierda. Javi iba guiando delante, como prácticamente siguió haciendo durante todo el camino.

El sendero comenzaba a coger desnivel. Siempre positivo. A Gilbert le cogió un poco por sorpresa y pasó un rato un poco mal, renqueando hasta recuperar poco a poco el resuello. Iba demasiado abrigado y hasta que no se quitó el cortavientos no fue cómodo.

No se iba rápido pero tampoco se encantaba nadie. Javi mantenía un buen ritmo. Había reservado el sitio para el almuerzo pero no había que fiarse. Cada cosa tiene su hora y no es cuestión de retrasarse en una cosa tan importante.

Al primer alto el grupo paró un momento para ver el paisaje. Había nieblas bajas pero estaba claro que día iba a despejarse. Casi se veían los tres pantanos, el del Sitjar, el de María Cristina y el de l'Alcora, que aunque lo tenían justo debajo, era el que no se veía. 

A nivel de enrgía, los tres alcorinos iban más que sobrados. Kiko mantenía el tipo y Gilbert ahí andaba. El secreto del éxito de los de l'Alcora estaba más que claro. Se conocían el camino, tenían 10 años menos (por lo menos), 10 kilos menos (por lo menos) y entrenaban 10 veces más. Javi seguía siempre caminando primero y Gilbert y Francis de coche escoba.



La primera parte de la ruta tenía como objetivo Torremundo. Prácticamente todo el trayecto discurre por el camí de Llucena que une l'Alcora con este pueblo, y que seguramente en su día era el único camino directo que había entre las dos poblaciones. Javi dudaba si Torremundo pertenecía al término de Alcora, Lucena o partía los términos. Visto porteriormente el mapa se descubrió que Torremundo parte los términos de los dos pueblos. Por fin se llegó a Torremundo, que con sus 717 metros es la cota más alta de l'Alcora. El esfuerzo no fue muy grande. Era el kilómetro 5,6 y, según los Alcorinos, la subida ya era historia. Ahora tocaba bajar. 


La montaña de Torremundo, aparte de una gran cruz de hierro clavada justo en la cumbre, es famosa porque tiene unas vistas espectaculares. Se ve gran parte de la provincia hasta el mar. Detrás hay una visión provilegiada del Salt del Cavall, barranco con altos precipicios a los lados. Su nombre viene de una leyenda. Te copio un trozo que he sacado de una web de turismo: 

"Cuenta la leyenda que en las proximidades de este paraje (del barranco del Salt del Cavall) tuvo lugar una de las muchas batallas que hubieron en siglos pasados en nuestras tierras entre cristianos y sarracenos. En esta, los musulmanes eran tan numerosos que estaban acorralando a los cristianos y obligándoles a retroceder ocasionando numerosas bajas entre sus huestes. Ante tal empuje, los cristianos invocaron la ayuda del apóstol Santiago, como era habitual en estas lides y de ahí su apelativo de“matamoros”, quien acudió a socorrerles montado en su blanco caballo. Sin embargo, esta vez era tan feroz el ejército musulmán que ni él pudo hacerles frente. 

Ante la pérdida irremediable de la batalla, Sant Jaume y un grupo de caballeros intentaban defender a las tropas en retirada haciéndose perseguir por el enemigo. Viendo que estaba todo perdido, el apóstol espoleo su blanco caballo para que los sarracenos lo persiguieran a él. Cuando casi los tenía encima, se encontró con un inmenso precipicio que parecía llegar hasta el mismo infierno. Con un milagroso salto de su caballo, Sant Jaume venció los 70 m que separaban los bordes de la garganta, pero todos los sarracenos se despeñaron al fondo de ella, pereciendo.

Y dicen que, en lo alto de este barranco, aún pueden verse grabadas sobre la roca las huellas de los cascos del caballo blanco en el mismo lugar en el que hizo ese salto tan espectacular." 


Nuestros Rayitos apuntaron mentalmente una salida pendiente para conocer el Salto del Caballo. Ya decidirían si desde abajo, desde el barranco, o por arriba para buscar la famosa huella que dejaron los cascos del caballo al saltar.

La gran cruz de metal que corona Torremundo señala que esta montaña se usa para algo más que para hacer senderismo. Existe una tradición bastante reciente, que se realiza todos los sábados siguientes al domingo de Pascua desde 1995, donde 13 peregrinos recorren en romería las ermitas del término de l'Alcora. En la cima del Torremundo se canta el Angelus y se sigue camino. Subiendo a esta montaña los peregrinos depositan cruces, cada uno de ellos en un lugar determinado. Son unas cruces de madera que se van acumulando año tras año y están al borde del camino. Cuando nuestros caminantes bajaron de la cima fueron viendo estas cruces a lo largo de la senda. 


Ahora comenzaba la bajada. La ruta se desvía del camino de Llucena y gira a la derecha hacia el barranco del Salt del Cavall. Parece que el esfuerzo ya ha pasado. Ahora es un dulce paseo. Ahora es Kiko el que va un poco más lento. Javi y Ricardo van delante y Los tres restantes iban detrás en animada conversación. Se cambió el objetivo y ahora las ganas eran de almorzar. Javi comentó que en una horita estarían frente al bocata de rigor. La bajada es sencilla y de un camino un poco cerrado se pasa ya a una pista más cómoda y con menos pendiente donde se puede ir más rápido. 


Poco antes de llegar a Araia, lugar de almuerzo, nuestros caminantes pasaron por el poblado del Rogle, masía de nada menos que 22 viviendas deshabitada desde los años 60 del siglo pasado. El progreso y la vida urbana pudo con ella. Está todo en ruinas y su visita está prácticamente impracticable. Nuestros chicos ni lo intentaron. Hicieron foto y siguieron camino.


Por fin se llegó a Araia, el aliciente gastronómico de la jornada senderista. Las antiguas escuelas de la aldea se han transformado en bar para dar de almorzar y comer a la multitud de ciclistas, senderistas, moteros y turistas de todo tipo que recuperan sus fuerzas en Araia. El secreto de su éxito es simple. Buen rollito, buena comida y buenos precios.


Nuestros senderistas se zamparon un almuerzo espectacular regado con cerveza y gaseosa y coronado con carajillos de los buenos. Estaban rodeados por una multitud de ciclistas pero Javi tenía enchufe y les atendieron superrápido.

Araia es el pueblo del abuelo de Gilbert. Él en su casa había oido contar historias sobre la aldea pero nunca había estado allío. Después de almorzar, todo el grupo dio un paseo por entre las casas que, como hay tan pocas, acabaron en pocos minutos. Araia es una aldea muy pequeña, pero está muy cuidada y sus casas está todas arregladas. Vive poca gente todo el año aunque la población aumenta mucho en fin de semana y verano. Javi comentó que los de la serie "la Alquería blanca" de àpunt habían ido para interesarse en montar plató de exteriores allí.


Ahora ya tocaba volver. Aun quedaban 8 kilómetros y las cervezas, carajillos y el gran bocata lastraban a nuestros caminantes. Ahora es donde se notaría la preparación de nuestros atletas. Los tres alcorinos siguieron normales como si nada hubiera pasado, pero nuestros dos Rayitos iban un poco mas apurados.

El camino era superbonito. Se volvía a cruzar el barranco del Salt del Cavall y, en medio de una subida que no se acababa nunca, apareció el mas de Marco, un gran caseron medio hecho polvo. Se notaba que había sido algo en el pasado pero ahora estaba todo echado a perder.


La ruta seguía por una senda amplia con cierta subida hasta llegar a la cova de l'Àngel, una balma con una pequeña charca y un ángel pintado (alguien decía que el ángel estaba grabado en la piedra de forma natural y solo estaba repasado para que se viera bien). Aquí ya se estaba cerca de l'Alcora, el final de la ruta.


Siguiendo el camino, que se transformó en pista y después en carretera, los caminantes llegaron a un polígono industrial. Ya estaban al final de la ruta. Pero no, este no era el final. El choche estaba aparcado en la otra punta del pueblo y aun quedaban 2 kilómetros y medio para llegar. Un último esfuerzo y tras tomar una cerveza con gaseosa casi de un trago y despedirse del resto, Gilbert y Kiko llegaron al coche y volvieron para casa. Era mediodía.

En total fueron 6 horas, contando con las paradas, visitas y almuerzo. Quizá un poco demasiado para los que tienen que hacer la paella el domingo. El tiempo normal de la ruta parece que era 4,5 o 5 horas. Entre los lentos y el almuerzo extendido hubo cierto retraso.

En el gps de Kiko la ruta marcó 18,910 kilómetros y un desnivel positivo de 934 metros. Después, cuando se descargó la ruta en el wikiloc, su repositorio de tracks, la ruta volvió a marcar 18,910 km. pero con un desnivel acumulado menor, de solo 705 metros. También marcó que Torremundo está a 656 m. y no a sus reales 717 m. Cosas de la técnica. De todas formas, la ruta oficialmente tiene un desnivel acumulado de 700 y pico metros pero esos metros se sienten como si fueran 900.

Aun con las quejas huevonas, la ruta fue muy bonita, muy instructiva, con mucha senda y muy cuidada. Para repetir seguro. El toque del almuerzo a medio camino seguro ue dará un peso importante a la hora de repetirla en un futuro.

Y lo más importante, los senderistas, todos unos cracks.


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sábado, 18 de septiembre de 2021

La Magdalena - Tossal de Ribalta - Roca de la Seda


La ruta que presentamos aquí es corta y sencilla, más para las cabras que para los humanos urbanos, pero amena y divertida. Son pocos kilómetros, con poco desnivel y con poco camino.

El perfil da sensación de facilón.

Hacía tiempo que nuestros amigos no caminaban por la montaña. Por eso Kiko buscó una ruta corta y cercana. Así irían entrenando para después abordar retos mayores. Entró en el wikiloc y eligió la subida al tossal de Ribalta  desde la Magdalena. Hacía muchos años que no había hecho esta ruta y recordaba que no era complicada. Además, un poco más allá está la roca de la Seda, donde había una grieta que quería investigar.

Kiko avisó al grupo de que durante la ruta era posible que tuvieran que hacer un poco el cabra, por el tema de investigar la grieta. Todos aceptaron y quedaron un sábado por la mañana. Fueron Elena, Gilbert, Isa, Kiko, Silvia y Vicent. Aparcaron en la explanada de delante del ermitorio de la Magdalena y comenzaron la marcha. Había pocos coches para lo que era normal en un día tan espléndido que salió.

El camino, si se puede decir camino, comenzaba en la parte de atrás del cerro de la Magdalena. La ruta discurre por la zona de les Serretes, bordeando por encima la pedrera del mismo nombre. Al comenzar, los caminantes miraron hacia arriba, hacia la cumbre de la colina por donde pasaba la ruta, según el gps. Buscaban un camino. Un camino que no encontraron.

Gilbert se hizo cargo de abrir paso. Poco a poco fue subiendo, de roca en roca, de risco en risco. El resto iba detrás. Se avanzaba muy poco a poco y al final, tras alguna vuelta atrás, se llegó a lo más alto. 



El gps indicaba seguir hasta la cima de la siguiente montaña. Parecía que el objetivo era seguir cresteando hasta llegar a lo más alto, al tossal de Ribalta. La verdad que a veces se seguía una especie de senda, pero a veces las rocas se adueñaban del entorno y no había más remedio que hacer el cabra.

Ya al pie de la última cima, el tossal de Ribalta, el camino estaba más despejado de roca descarnada y se subió al tossal con relativa facilidad. Los senderistas llevaban un par de horas para hacer un par de kilómetros. No se podía correr más. En esta última subida, la única exigente de a ruta, unos se despegaron y llegaron pronto pero a otros se les "hizo bola" y renquearon un poco hasta llegar al final.

Las vistas desde el tossal de Ribalta son muy chulas. Por un lado todo el parque natural del Desert de les Palmes y por el otro la Plana de Castelló y el mar al fondo. Había algo de bruma pero no llegaba a empañar el panorama.

Desde el tossal, nuestro grupo se dirigió, ya por una senda bien marcada y cuesta abajo hacia la roca de la Seda, a ver la famosa placa que se desprendió en su día de la roca dejando un paso.

La roca de la Seda es en realidad doble. Tiene dos cimas gemelas. Desde una de ellas es de donde se desprendió la gran placa haciendo un paso o grieta. 

El camino desde el tossal de Ribalta llevó a nuestros caminantes a una masía medio hecha polvo, para después subir a una de las dos rocas de Seda y después bajar al collado entre las dos cimas.



Desde aquí se accedió a la grieta. Había un simulacro de camino todo cubierto de coscoll, muy indicado para hacer un masaje a las piernas de los senderistas, casi todos con pantalones cortos.

Nuestro grupo accedió al peeling natural y se introdujo en la grieta. Fue más fácil de lo esperado. El paso es sencillo hasta casi llegar al final, donde hay un desnivel importante que hay que destrepar. El grupo dio media vuelta y ya no tentó más a los dioses. La grieta estaba vista y había que volver.

La gran lasca de piedra tiene un par de "ventanitas" por la que se ve el cielo, y, si te encaramas un poco se puede ver Benicàssim. Ferch vio la foto en el grupo de whatsapp y comentó que se dice que quien mira por esa ventana se enamora. No sabemos el efecto que ha tenido la ventanita en nuestros senderistas. Habrá que esperar un poco a ver si el grupo de caminantes se enamoran un poco más de lo que ya está.

Habiendo cumplido Kiko con su capricho de ver la grieta, la ruta estaba lista para sentencia. Nuestros senderistas volvieron a la masía de una forma poco ortodoxa (también como las cabras) para luego ya seguir una senda y una pista que es llevó a la carretera que sube al Monasterio del Desert de les Palmes.

La ruta que había previsto Kiko cruzaba la carretera y seguía por una pista hasta los coches, pero nuestros caminantes decidieron, con buen criterio, que ya era muy tarde y acortaron por la carretera.

 Al final se anduvo 7,18 Km. (a otros les salió más en su gps) con poco desnivel, solo 276 metros. Todo realizado en unas muy trabajadas 3 horas y media. Como casi siempre, una gran y divertida aventura. Lo pasaron bien. Un buen entrenamiento para comenzar la temporada.


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