miércoles, 10 de abril de 2024

Villahermosa - San Vicente de Piedrahita. Ida y vuelta


Era el lunes de San Vicente de 2024 y nuestros Rayitos tenían previsto realizar una ruta importante. La ruta no era ni dura ni compleja pero sí que era especial porque con ella se cerraba una aventura que había empezado un par de años atrás; recorrer el sendero de gran recorrido GR7 a su paso por la provincia de Castellón. Un recorrido que unía bonitos pueblos del interior de la provincia y del que a los nuestros solo les quedaba una etapa por hacer. Un recorrido que se saltaron en la última superexcursión que hicieron. El recorrido completo del GR7 por la provincia pasa por Fredes, El Boixar, Vallibona, Morella, Ares, Benassal, Culla, Vistabella del Maestrat, Villahermosa del Rio, San Vicente de Piedrahita, Montanejos, Montán, Mas de Noguera y Bejís. La excursión que faltaba era la que unía Villahermosa con San Vicente. Con esta se daría la travesía por completada.

Por problemas de logística, hoy harían el recorrido de ida y vuelta porque el coche lo dejaban en el inicio y tenían que volver a por él. Como el trayecto entre los dos pueblos es de 13 kilómetros, calculaban que tendrían que caminar 26 kilómetros con unos 750 metros de desnivel. Al final del día, lo que les salió fue parecido a sus calculos iniciales. Fueron 25 kilómetros con 700 de desnivel. Mira aquí el perfil de la ruta.


Viendo el perfil se nota que el recorrido es de ida y vuelta pero si te das cuenta, en la vuelta el camino se suaviza un poco y hay menos dientes de sierra. Luego explicaremos el porqué.

Los Rayitos que participaron en la excursión fueron Gilbert y Kiko. El uno cogió vacaciones que le quedaban del año pasado y el otro tenía fiesta local donde trabajaba. Al ser un día laborable en Castellón habría menos probabilidades de encontrarse con gente por el camino. Aunque últimamente nunca hay nadie por las montañas, sea laborable o festivo.

La paerja madrugó, y a las 7 de la mañana ya estaban en el coche camino de Villahermosa, comienzo de la ruta. Ya cerca del pueblo se cruzaron con un grupo de cabras donde había un par de crías. No sabían si era signo de buen o mal agüero pero sí que les daba la sesanción que verían más de estos animales por el camino. No fue así. No vieron ni un bicho. Algunos buitres y poco más.


A las 8.30 nuestros Rayitos ya estaban preparados con la mochila puesta y se pusieron en marcha. La ruta bajaba para cruzar el río Villahermosa y se enfilaba hacia arriba durante los primeros tres kilómetros. Se subían cerca de 400 metros en esos tres kilómetros. Primero por una pista de cemento, donde Kiko se quejó de que no se podía hacer ese esfuerzo con los músculos fríos, y después el cemento se transformó en tierra perdiendo algo (solo algo) de desnivel.

Tras unos fatigosos 3 kilómetros, donde nuestros caminantes acabaron en manga corta, se llegó al Pino Cacho, lugar emblemático para los habitantes de Villahermosa. Este paraje tiene una historia curiosa, que transcribo de un panel informativo que había allí, escrito por la nieta del alcalde de barrio de la partida de la Cañada:


La tradicional fiesta del Pino Cacho, se celebra desde hace aproximadamente 100 años. El primer domingo de mayo por la tarde los clavarios reparten los rollos del pino cacho en el porche de este paraje.

Hace aproximadamente 100 años, una plaga de langosta dejó los campos como si los hubieran segado, en gran parte de las tierras de Villahermosa. Los vecinos de la partida de la Cañada se reunieron con el alcalde de barrio de esa zona y le dijeron: "si levanta la langosta el vuelo antes que llegue a la Cañada, haremos un pilón". Y así fue, justo en la zona donde está el Pino Cacho desapareció, y la cosecha de esa partida no fue afectada por la plaga. Año tras año, se sigue dando caridad en memoria de aquella promesa.

El dueño de este paraje dijo: "no tiraré este pino nunca y lo llamaremos el pilón del Pino Cacho"

Y el pino sigue ahí.


Una vez visto el paraje, que cuenta con el pino, el pilón y un cobertizo, nuestros caminantes continuaron camino. La subida, ahora un poco más moderada continuó hasta el km. 3,8, donde se alcanzó el techo de la excursión, los 1.018 metros de altitud.

Ahora nuestros héroes se encontraban en un alto llano, el llano de a Cañada. Ya no habrá más presión muscular hasta san Vicente. El día estaba bien. Soplaba un vientecillo fresco, y había bastante calima africana. El sol no se veía pero estaba ahí, calentando poco. Las condiciones eran muy buenas para andar por la montaña salvo la calidad del aire por el tema de la calima, que los nuestros no notaron demasiado.

La ruta, en general estaba perfectamente marcada con las rayas roja y blanca de las grandes rutas y se notaba que se había repintado recientemente. Los Rayitos se confiaron bastante en seguir estas marcas de GR sin mirar mucho su gps. Al final, como suele pasar a nuestros caminantes, se acabaron perdiendo.


El despiste de nuestros héroes fue una vez pasada la masía de la Cañada, en el kilómetro 4,4, a 1.000 metros de altura, una masía habitada con una granja y en pleno descampado. Ahí, en invierno, seguro que haría frío y correría el aire. El camino seguía y, en vez de hacer un giro a la izquierda, los caminantes, inocentes ellos, siguieron recto. No vieron ninguna marca. Es más, un poco más adelante había una señal verde nueva, bonita, de madera y metacrilato, indicadora del camino. A un lado Villahermosa y al otro San Vicente. Fueron hacia la señal y cayeron en la "trampa". Siguieron sin marcas y llegó un momento que dudaron. Sin camino, sin marcas y en medio de la nada. Con una mano en el gps reencontraron el camino tras 500 metros de no ver señales de sendas, marcas ni nada. Cuatro horas después, en el caminjo de vuelta, se dieron cuenta del porqué les pasó lo que les pasó.

Bajando por un barranquito, en el kilómetro 5,9 llegaron a la fuente del Picayo. En medio de un secarral. Aquello era un verdadero milagro, el encontrar agua en semejante sitio. Un pequeño azud lleno de ranas avisaba de la surgencia.


Por el barranco, 100 metros más abajo de la fuente estaba San Bartolomé, impresionante ermita para el sitio donde estaba. Tres caravanas aparcadas en el lugar impidieron hacer fotos decentes de la portada de la ermita.


Investigando un poco sobre la ermita de San Bartolomé encontré algunas cosas interesantes que contar. Primero, si entras en el Google Maps, ves que a pocos metros de la ermita aparece marcado un punto con el texto "Vórtice energético de San Bartolomé de Villahermosa", sin más explicaciones.

Un vórtice de energía es un lugar en la Tierra que actúa como un centro de energía. Contiene más energía que cualquier lugar normal. Se cree que existen en las intersecciones de las líneas de energía natural, que forman el campo electromagnético de la Tierra. Se cree que los vórtices energéticos influyen en nuestra salud física, emocional y espiritual. Esto se mide con unos "aparatos" llamados biómetros de Bovis y que hay mucha gente que estudia estos temas.

Volviendo a al Google Maps, busqué los vórtices de energía que había en la provincia y realmente hay unos cuantos, casi todos ellos relacionados con ermitas, sitios "especiales" o así. Hay alrededor de 20 lugares de estas caraxcterísticas en la provincia de Castellón. No seguí investigando más porque me metía demasiado en todo un mundo esotérico por descubrir y no estamos ahora en eso.

En cuanto a la propia ermita, el conjunto está declarado como Genérico Bien de Relevancia Local, en la categoría de Monumento de interés local, y es bastante impresionante, considerando el lugar en el que está. Se sabe que en el año 1333 existía en este lugar un templo en honor a San Bartolomé. De hecho, cuenta una leyenda que un pastor encontró la imagen del Santo escondida entre un zarzal, al que se acercó atraído por un extraño resplandor. La construcción actual de la ermita es del siglo XVII 


Son muy importantes los retablos góticos que tenía en su interior y la imagen de San Bartolomé, del s. XIII, ya que es una de las más antiguas de las existentes en la Comunidad Valenciana. Todo esto está ahora en la parroquia de Villahermosa para protegerlo de expolios incontrolados.

La gente le tiene mucha devoción al San Bartolomé. En los años 50 del siglo XX se organizó una procesión en la que se llevó al santo a Villahermosa y se devolvió a a ermita para pedir agua de lluvia. Parece que llovió mucho. Desde hace poco, en parte por la falta de lluvia, se ha recuperado esta peregrinación.

Una vez nuestros Rayitos se cargaron de cultura y energía en la ermita, siguieron su ruta, esta vez por carretera durante un kilómetro. Luego había tramos en los que el camino "cogía un atajo" en el que se subía y se bajaba algún barranco pero todo relativamente suave. Se pasó poe el barranco del Sabinar y el barranco del Carro.


Por camino, pista y algo de asfalto, sin dejar de ver casi nunca la carretera, se llegó por fin al colladico del Moro, ya muy cerca de San Vicente, con una bonita vista del pueblo. Pronto podría descansar la pareja de Rayitos. Era el kilómetro 13.

Bajaron hasta el pueblo y buscaron el bar, que estaba en a plaza de la fuente. El ambiente era extraño. Se veía gente que andaba en la misma dirección que los nuestros. Eran las 11.45. Al llegar a la plaza vieron que estaba llena de barreras para hacer toros y entonces se dieron cuenta. Ese día era la festividad de San Vicente y el pueblo se llamaba San Vicente. Estaba claro que eran fiestas.


La gente estaba yendo a misa de 12. El bar estaba cerrado. Y los nuestros tenían que almorzar antes de reemprender la vuelta. Detrás de la iglesia había un chiringuito de bebidas de esos que se montan en fiestas por la juventud del pueblo. Nuestra pareja fue a preguntar allí. El ambiente era festivo-resacoso y alguno de los autóctonos se choteó de nuestros Rayitos comentando que había bocatas de bacon con queso y cosas así. Al final la realidad era que no quedaba pan y en pocas palabras les dijeron a los nuestros que se buscaran la vida porque allí no encontrarían comida. Cerca había una tienda.

Nuestros héroes corrieron hacia la tienda, donde una mujer estaba cerrando para ir a misa. La pillaron por los pelos y les hizo el favor de venderles pan de molde (pan normal no le quedaba) y un poco de queso y jamón. No todo estaba perdido. En el chiringuito les suministraron un par de cervezas (quizá alguna más) y con todo eso los nuestros se montaron un almuerzo digno sentados en las mesas del bar cerrado.


Una vez terminado el almuerzo y con la barriga más o menos llena, los senderistas se prepararon para continuar la marcha. Llevaban 13 kilómetros y les quedaban otros tantos. La calima se había ido y el sol pegaba como el día primaveral que era se merecía.

Nuestros Rayitos, que ya no eran unos crios, afrontaron la vuelta con resignación. Decidieron, aunque fuera un poco de trampa, evitar bajadas y subidas de barrancos en lo posible, con lo que, en algunos tramos, siguieron por carretera en vez de coger el camino. Si ves el perfil verás que la vuelta es más "homogénea" que la ida, con memos dientes de sierra. Esto también les ahorró algunos metros de distancia, algo de tiempo y un poco de desnivel. En el track del final de este artículo también puedes ver que el camino de ida no es exactamente igual que el de la vuelta. Pero bueno, fueron pocas trampas y sin mala intención. Más efectistas que efectivas.


Con esta decisión de hacer un poco más de carretera, las rodillas sufrirían menos pero los pies se recalentarían más.

A medida que pasaba la mañana hacía más calor, con el sol dando fuerte, pero un vientecillo fresco mejoraba el ambiente. Se sudó pero no se sufrió.

En este camino de vuelta, se volvió a pasar por San Bartolomé. Ya no estaban las tres caravanas que se habían encontrado a la ida pero un par de coches con gente y un señor perro no muy amigo de Kiko estaban admirando el entorno. Pasó Gilbert por delante del perro y sin problemas, pero pasó después Kiko y el perro comenzó a gruñir. La dueña estaba cerca y apaciguó los animos.

Cuando los nuestros llegaron a aquella zona donde se habían perdido en la ida encontraron el porqué de su despiste. Resulta que alguien había tapado con piedras las marcas del GR, con lo que nadie que pasara por allí sin el gps en la mano sería capaz de seguir el camino. Esto era una mala pasada. O esto lo había hecho algún propietario que no quería que pasaran por su finca, o algún graciosillo, o es que el camino cambiaba y lo habían señalado a medias. Habían unas señales verdes que tambien marcaban el camino desde Villahermosa a San Vicente. Iban por el mismo sitio que las marcas del GR. Igual fueron los que pusieron estas señales que variaron un tramo. En definitiva, una putada. Si haces esta ruta, aunque veas señales y marcas de GR, no te confíes que en algún tramo te la pueden jugar. Los nuestros destaparon la marcas "escondidas" para que futuros caminantes no se perdieran como ellos.

A partir de ese momento, en el kilómetro 20,5 de la ruta, el camino comenzaba a llanear para luego bajar a destino.

Gilbert y Kiko llegaron pronto al entorno del Pino Cacho, en el kilómetro 22 de la ruta. Pararon un momento a beber agua, que el sol picaba y deshidrataba con rapidez, y siguieron camino. Ahora tocaba bajar con pendiente pronunciada hasta del final de la ruta. Entre bonitas sendas, pistas de tierra y una muy empinada pista de cemento se llegó a la civilización. El final, como sucede casi siempre, fue una prueba de esfuerzo porque había que salvar los 30 m metros de desnivel entre el puente del rio y el lugar donde estaba aparcado el coche. Siempre pasa lo mismo, al final toca subir.

En definitiva, la excursión estuvo muy bien. los 23 kilómetros recorridos hicieron quizá que fuera un poco más larga de lo deseable y el desnivel de 700 y pico metros muy concentrados en algunas subidas tambien fueron aceptables. Y por supuesto, también hay que valorar el almuerzo a mitad de camino que, aunque estuvo en peligro, se hizo con gusto.

Con esta excursión se cerró la aventura del GR7 por la provincia de Castellón. 209 kilómetros entre Fredes y Bejís. Naturaleza pura.


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