viernes, 28 de abril de 2023

Vuelta al Tossal de Mollet


La ruta que tenemos aquí es una suave ruta con sólo 350 metros de desnivel pero que engaña un poco. 

Es trabajosa y parece más de lo que es pero es estupenda para senderistas que quieren pasar una mañanita respirando aire puro.

Se trata de darle la vuelta al Tossal de Mollet, pasando por su cima. Mira aquí el perfil.


En esta ocasión participaron Ana, Elena, Gilbert, Isa, Kiko, Manolo, Raul, Silvia, Toni y Vicent.

La ruta comienza en Sant Vicent de Moró, una ermita de término de Sant Joan de Moró. A esta ermita se accede por una pista, con tramos asfaltados y otros de tierra, pero que en general está en muy buenas condiciones. Este día, por causas varias, nuestros senderistas iban con 4 coches.


Como primera anécdota del día, unas vallas en un desvío que hay que tomar para acceder al la ermita hicieron equivocarse al coche que llevaba Silvia, que siguió recto. El resultado fue que dieron una vuelta por caminos infernales con el coche y llegaron al lugar donde se había quedado media hora más tarde y con un humor de perros. A Kiko, que era el que había elegido la ruta, todavía le pitan los oidos.

Con media hora de retraso pero en buenas condiciones físicas y mentales la ruta comenzó. El día era perfecto. No demasiado calor pero sol en lo alto. Era un gran día de primavera, para llevar manga corta.

La ruta toma una senda al lado de los coches aparcados. Se empieza subiendo. El denivel no es muy pronunciado pero suficiente para entrar en calor. En pocos metros las piernas se activaron y el grupo comienzó a coger energía.

En poco menos de un kilómetro el camino desemboca en el camí de la Serra, pista de tierra que después se transforma en carretera, y que llegado a un punto coincide desde con el GR-33, muy conocido por nuestros caminantes porque es el que les lleva a Penyagolosa en sus aventuras.


El desnivel se acabó. La pista es plana o incluso pica para abajo. De momento la marcha es cómoda, quizá demasiado cómoda. Hay gente que todavía no a parado de hablar desde que comenzó a andar. En el kilómetro 2,3 se pasa por el Pou de Mollet y unos metros más adelante, en el Mas de Panero (o Mas de Paneret, o Mas de Panadero según la señal) nuestros héroes no toman el desvío del GR-33 y siguen adelante hacia su montaña. Delante tienen el gran Tossal de Mollet esperando ser conquistado.

A los pies de Tossal, en el kilómetro 3 de la ruta, hay una especie de área de descanso. Según la ruta que han de seguir, se sube por la dereha y se baja por la izquierda, llegando casi a ese mismo punto. Y allá que van nuestros andarines. 

Se coge la pista a la derecha y 200 metros más adelante hay que tomar una senda a la izquierda que empieza a subir y subir. Es el camí de les Carboneres. Ya se entra en la zona de tipo de piedra de rodeno (El Tossal de Mollet es un gran mazizo de rodeno) y los caminos se hacen un poco más dificultosos y menos transitables. Mucha piedra queda por delante.


Como indica el nombre del la senda, durante la ascensión a Mollet se pasa por varias antiguas carboneras, hoy tapadas. Hay mucha carrasca en la zona y de ahí la gran cantidad de antiguas carboneras que hay. Para hace runa carbonera, d´ñecadas atrás, se hacía un gran agujero en la tierra, se llenaba de troncos, se tapaba con tierra, dejando un pequeño respiradero. Se encendía y se esperaba varias semanas para que la madera se convirtiera en carbón. Con esto se conseguía carbón para cocinar y calentarse los hogares de la época. El trabajo de los carboneros sería duro porque había que hacer el agujero, cortar la madera, llenar la carbonera, taparla, esperar, sacar el carbón y después bajar de la montaña el resultado. ¡Y por estos caminos!


Se va subiendo en medio del bosque de carrasca. Mucha y muy buena humedad, sombrita y una ascensión no demasiado dura. Lo única pega era el pedregal por donde pasaba el camino, que lo hacía un poco dificultoso. Se cruzaron varias pedreras y había que tener mucho cuidado con las rocas sueltas. Tambíen se pasó por alguna cueva, que más que una cueva era un abrigo. La Cova del Forcat.



Tras un ratito de ascensión, por fin se llegó arriba del Tossal. Era el kilómetro 4,2 de la ruta. La cima es bastante plana y nuestros caminantes la recorrieron hasta llegar a un cortado donde las vistas eran impresionantes. Mollet es una de las montañas con mejores vistas de la provincia. Mirando hacia el interior había muy buena visibilidad y mirando hacia el mar estaba lleno de brumas. Hubo foto, alguna  senderista arriesgada como Ana, que no conoce el miedo, subió a un risco para hacer una instantánea al grupo.




Por falta de tiempo no se pudo ir a ver las ruinas del poblado ibérico que hay arriba. Buena excusa para volver a subir otra vez.

En el kilómetro 4,9 se comenzó la bajada. Ésta fue un poco más rápida, pero con la dificultad del camino con piedras y algún paso donde había que poner el culo en el suelo. Se bajó bien.


En el kilómetro 6,1 la senda desemboca en la pista denominada "camí de Mollet" que lleva directamente a Sant Vicent, lugar de comienzo. Pero la ruta todavía tenía alguna sorpresa.

Unos metros más adelante, la ruta, en vez de seguir por el camino fácil, se desvía por el Mas de Mollet y se sigue una senda que recorre, más o menos paralelo a la pista, el barranc del Molí Roig. A medida que la ruta se hunde más y más en el barranco, el camino se hace un poco más dificultoso. Raul, arañado antes en el brazo por un león (realmente unas zarzas, pero queda mejor lo del león) sufrió tratando de no despeñarse por los desniveles que tenían que cubrir los caminantes. Durante un rato se perdió un poco su alegría habitual. De todas maneras el grupo iba divertido y los problemas con el camino daban pie a chistes, risas y comentarios. Había muy buen ambiente.


Por fin se acabó de cruzar el barranco, en cuyo fondo había algún charco de agua. Y justo arriba estaba la ermita de Sant Vicent, destino de nuestros héroes. Era el kilómetro 7,650. La distancia que habían cubierto en la ruta fue mucho menor de lo que se esperaban, pero no por ello menos divertida.


La aventura se completó en 3 horas, a una media muy baja pero tal y como estaba el camino, divertido pero un poco complicado, y lo relajado que iba el grupo, no se tuvo la sensación de ir lento. Fue correcto.

Ya hacía tiempo que se no se reunía tanta gente Rayito y este pequeño reencuentro se esperaba con alegría, con muy buen rollo y cargado de anécdotas. Como nuestras caminantes no paran de buscar retos, ya se planeó una bajada de Penyagolosa, una subida del tirón, seguir con el Camino de Santiago y muchos más proyectos que había que poner en marcha. Toda una declaración de intenciones de que el grupo seguía vivo.

Al final Silvia, que se había equivocado en el camino de acceso a la ermita con el coche, volvió por el sitio correcto y comentó que el trayecto real era como una autopista. A saber por dónde se metería esa mañana para llegar.

Ya con la relajación de una trabajo bien hecho, algunos se quedaron en Moró para tomar un refrigerio y otros se bajaron para seguir con su vida.

En resumen, muy buena ruta, que se podría volver a hacer o incluso acortar para dejar sólo la parte interesante y quedaría como un buen entrenamiento rápido dominical.

Para repetir.

Haz clic aquí para ver la ruta



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martes, 18 de abril de 2023

Vuelta en bici por el Saler y la Albufera


La ruta que presentamos aquí es un poco atípica para el club Rayito. No es típica por los medios de transporte utilizados. La aproximación se hizo en tren y la propia ruta se hizo en bicicleta. Una novedad que resultó muy interesante.

Carles, el gurú de esta excursión preparó un impecable itinerario que, partiendo en tren desde Castelló de la Plana, dejaba a los participantes en la estación del Cabanyal de Valencia, lugar donde comenzaba la ruta en bici. Tras un día de paseo, la vuelta se realizó por el mismo camino.

A la excursión fueron Carles, el líder del grupo, Kiko, Lara, Manolo, Manu y Raul. Carles era que se había currado el itinerario.

Los ciclista salieron temprano para aprovechar el día. Fue un sábado de primavera que pintaba muy bien, con sol y temperaturas moderadas. Todos los participantes llegaron a la estación de Castellón a tiempo para subirse al tren de las 7.30. Por la hora temprana, el tren iba bastante vacío pero con suficientes bicis y patinetes como para causar problemas. Como nuestros ciclistas eran 6, había que tener especial cuidado al subir al vagón "habilitado" para sus vehículos. Aunque lo anuncien mucho, realmente los trenes no están suficientemente adaptados a las necesidades de este tipo de usuarios. En un espacio no muy grande han de caber, sillas de ruedas, bicicletas y patinetes. También había unos ganchos para colgar las bicis, cosa que no hizo nadie.

El trayecto en tren se hizo sin mayores problemas. El conductor del tren no era muy brusco y, salvo algún acelerón o frenado que movió un poco las bicis, todo fue como la seda.

Se llegó al Cabanyal y rapidito todos se pusieron encima de sus bicicletas para acceder a un carril bici. Carles y Lara conocían la salida de Valencia y rápidamente guiaron al grupo.


El carril bici urbano es funcional. Basta respetar los semáforos y no atropellar a nadie para llegar a destino sin problemas. En el kilómetro 2 la ruta pasa por el lado de la Ciutat de les Arts i les Ciències. Bonito y espectacular lugar que deja claro donde está la capital de la Comunidad. Aquí nuestros esforzados conductores afrontarían su primer puerto de montaña, que consistía en cruzar el pont de l'Assut d'Or, más conocido como "el jamonero". Es un puente emblemático diseñado por Calatrava y que, según la wikipedia, es un puente atirantado de hormigón blanco y acero. Fueron 30 segundos de suave repecho que se superaron sin ningún problema.

Una vez se rebasa la Ciutat de les Arts i les Ciències, parece que Valencia se acaba. El paisaje urbano cambia a uno semiindustrial (el puerto está al lado), con algo de huerta y muchas carreteras. Los ciclistas siguieron un carril bici paralelo a la CV500 buscando la playa. Se acercaban a los poblados marítimos.

Al lado de la Iglesia de la Punta en Nazaret, hay un puerto de primera especial. Una pasarela de metal cruza por encima de la vía del tren. Parece que diseñador de la pasarela era un deportista nato y la pendiente era más que importante. Se cruzó sin más problema aunque alguno tuvo que bajar de la bici para evitar caer.

Lara andaba con ganas de velocidad y se destacó del grupo. Todos los demás la siguieron para mantener el pelotón compacto. No hubo escapada. La ruta seguía paralela a la carretera hasta el kilómetro 6, donde los ciclistas cruzaron el cauce nuevo del Turia. Ahora ya estaban cerca del primer objetivo, el almuerzo. 


Un poco más adelante, en el kilómetro 7, se llega al paseo marítimo y al propio Pinedo, lugar del "avituallamiento". Carles, el líder, había planificado alimentarse en el Centro Cultural de Pinedo. El lugar se encontró rápido porque Carles sabía donde estaba y porque Pinedo es muy pequeño. Al llegar, previa confirmación que tenían sitio, tuvieron que atar las bicis en la puerta, cosa que les llevó un rato. 

Al entrar al bar les preguntaron si eran de los Correcaminos. Los nuestros dijeron que no. El local estaba concurrido y había dos mesas vacías. Una para los nuestros y otra, más larga, para los famosos Correcaminos.

Detrás del bar había una placita donde podrían haber dejado las bicis mejor. Para la próxima ya lo sabrían.

El almuerzo consistió principalmente en cerveza, bocata y cremadet, Los valencianos va por buen camino pero todavía tienen que aprender un poco más a hacer el cremadet. Demasiado azúcar y poco alcohol quemado. Con la manía de querer conseguir los dos colores en el vaso (abajo el alcohol y arriba el café) hacen una especie de almíbar con un 90% de azúcar y un 10% de brandy, ron o lo que sea. El resultado es un brebaje que casi tiene más sabor de dulce navideño que de estimulante de sobremesa. Pero bueno, tienen que seguir aprendiendo y de momento no se puede pedir más.


Durante los cafés se descubrió el tema de los Correcaminos. Resulta que la mesa de al lado estaba reservada por una colla de abuelos que llevaban camisetas de los correcaminos (su club) y de otras carreras de asfalto, incluso había una de un maratón. Perece que estos correcaminos son viejas glorias del atletismo que todavía siguen con su afición, incluso para almorzar.

En general, el almuerzo fue satisfactorio. Seguramente, si la excursión se repite, se volverá al mismo sitio.


Una vez finalizado el pequeño festival gastronómico, el grupo volvió a sus bicis. Kiko se puso culote para proteger el culo de una travesía larga. Empezaba a hacer calorcito y todos se aligeraron de ropa y se pusieron en marcha. Todos no. El friolero de Manu aguantó todavía un poco abrigado. Ahora la ruta iba por un carril bici al lado del mar.

Desde el kilómetro 7 de la ruta, primero se cruza la Playa de Pinedo y después la playa del Saler. Son varios kilómetros de trayecto entre dunas, playa y pinos. Poco a poco la playa se va haciendo más salvaje y natural, sin olvidar que la mano del hombre se ve por todos los lados. Había bastante gente haciendo deporte y algunos chiringuitos de playa. También se empezaban a ver algunas sombrillas y personas que querían pasar la mañana absorbiendo vitaminas de un sol que quemaba pero no de forma agresiva.

Nuestros esforzados ciclistas hacen paradita en el kilómetro 13,3, en una rotonda con una especie de complejo turístico de andar por casa. Alguna foto conmemorativa y a seguir. Después se cruzan playa de la Garrofera y playa de la Brava. En esta última, en el km. 16 estaba lo que queda del Hotel Sidi Saler, un hotel de lujo que ahora da un poco de pena verlo. Lleva ya 11 años abandonado. Quién te ha visto y quién te ve.


Entre los pinos se ven torres de apartamentos que se construyeron en su día antes de prohibir la urbanización en la zona. Es un privilegio vivir allí.

El grupo va siguiendo la calle/carretera hasta que llega un momento que se acaba, pero continua una pista de tierra, que ellos también siguen. Pocos metros más allá, atravesando un canal aliviadero de la albufera, nuestros ciclistas llegaron al estany de Pujol, en el kilómetro 17 de la ruta. Aquí sí que se vio naturaleza más salvaje. Es una laguna donde había un solo flamenco, patos y gaviotas en un bonito paraje.


Para lo relativamente cerca que está este lugar de Valencia, ciudad de casi un millón de habitantes, no se veía mucha presión turística. En realidad había poca gente por allí. Algunos ciclistas y algunos con toalla. Con más presión, ni los animales estarían.

El camino ahora ya se introducía en un bosque de pinos a buscar la albufera. Nuestros héroes volvieron a cruzar el canal y por fin pudieron contemplar la albufera en su inmensidad. Todo un mar interior. Las aguas un poco turbias pero tampoco se sabía si eso era lo normal o no.


El grupo paró un rato a admirar las vistas de la albufera. Un chico les ofreció un paseo en barca. 5 € por persona y 6 € si hay puesta de sol. Curioso. Ya estaban en el kilómetro 18.

Ahora la tranquilidad de los caminos se había acabado. Tocaba ir por carretera. Quizá un poco peligroso pero por lo menos había arcén. Los ciclistas siguieron unos cientos de metros y en una rotonda se desviaron hacia el Palmar, el lugar donde comerían. Era ya el kilómetro 19 de la ruta.

Nada más desviarse hacia el Palmar las bicis se encontraron con en centro de interpretación de la albufera. Por supuesto, entraron a verlo. Preguntaron a una vigilante que les dijo (literal): "Tenéis que dejar las bicis y entrar andando. Allí hay un lago con animales". Con curiosidad, ataron las bicis y entraron a ver ese lago con animales.


El centro de interpretación da acceso al Racó de l'Olla, un pequeño vergel lleno de vida. Allí hay un edificio con explicaciones y un pequeño recorrido hasta un avistadero que te enseña multitud de flamencos, gaviotas y varias especies de patos y mucha más fauna acuática. Muy bonito y recomendable. Había tiempo de sobra y nuestros ciclistas estuvieron un rato viendo y aprendiendo mucho. También se subieron a una torre desde donde se puede ver toda la inmensidad de la albufera Valenciana. En esta lugar tampoco había mucho turista.




Una vez visto todo, la ruta seguía por una carretera comarcal sin arcén. Con mucho cuidado y todos en línea llegaron a destino. Era el kilómetro 23 de la ruta.

Nada más llegar, los esforzados corredores dieron un corto paseo y buscaron un bar para tomar un refrigerio antes de comer. Aquí ya había bastante gente. El Palmar es un destino turístico con canales que llevan a la albufera. Mucho restaurante y mucha oferta de paseos en barca. También ponía eso de que a la puesta de sol costaba un euro más.


El líder Carles había reservado la comida en un restaurante tranquilo. El tiempo, inmejorable. Mucho sol pero sin mucho calor. La temperatura ideal para comer en terracita con las bicis cerca. Nos trataron bien, con un camarero quizá un poco friqui que hacía unos chistes difíciles de entender. En cuanto a la comida, lo dejaremos en que era digna, sin echar cohetes. Una tellinas, pescado frito y un arroz a banda. Esto último lo más flojo. Para postre un surtido de la casa, bastante bueno.



Ya con el estómago lleno ahora tocaba volver. Los corredores no habían comido demasiado y no se les hizo cuesta arriba el volver a sus monturas. Ahora ya no harían paradas. Tratarían de llegar a destino del tirón.

La vuelta se hizo casi por el mismo trayecto que la ida, con ligeras variaciones. Puedes verlo en el track al final de este artículo. Pero aún quedaban un par de sorpresas. Kiko, que conducía un trozo de hierro con ruedas, pinchó. La cubierta no estaba en condiciones y la cámara lo pagó. El grupo se unió en su ayuda y en un momento repararon la avería. Kiko llevaba una cámara de repuesto porque se olía la posibilidad de pinchazo. Era el klilómetro 35 y ya estaban muy cerca de destino.


A instancias de Lara, la vuelta de hizo por el puerto y muy bien. Fue algo diatinto. A Raul le hizo ilusión pasar por donde había habido una carrera de Formula 1. La Ruta por Valencia fue un poco más caótica porque un sábado a media tarde todo el mundo estaba en la calle. Pero la pericia de nuestros ciclistas pudo con eso y con más.

En total fueron la friolera de 45,3 kilómetros, pero muy bien llevados. Sin prisas y con las paradas necesarias.

La segunda sorpresa vino ahora. El grupo llegó al Cabanyal 1 minuto después que saliera el tren hacia Castellón de la Plana, con lo que tuvieron que esperar una hora para el siguiente. Alguna cerveza, agua y cola ayudaron a pasar el tiempo.

Una vez dentro de la estación y ya delante de la vía se mascaba la tragedia. Había mucha gente, bicis, patinetes, una silla de ruedas y un cochecito de bebé. Todo ello supervisado por un vigilante jurado muy comprometido con su trabajo. Todos estábamos detrás de la raya pendientes de asaltar el tren cuando llegara. Como casi seguro que no se cabría en el vagón de bicis, nuestros ciclistas se distribuyeron a lo largo del andén para entrar a saco como fuera.


Evidentemente y como era de esperar, el tren llegó lleno. Fue complicado. Kiko, Manolo y Raul entraron por una puerta pidiendo perdón a todo el mundo ante la cara de susto de unos y de reproche de otros. Carles, Lara y Manu hicieron lo propio pero no tuvieron la misma suerte y tuvieron que esperar un rato más hasta el siguiente tren.

Los tres primeros esperaron a los tres segundos en Castellón y todos se despidieron de esta fantástica excursión. Era cerca de las 10 de la noche y el personal estaba cansado. Había sido un día cargado de experiencias que se tenía que digerir con un buen sueño.

Como resumen, una excursión muy bonita, muy recomendable y en muy buena compañía. Las acertadas indicaciones del líder Carles hicieron que nada fallara en el día.

Para repetir sin dudar.

Aquí os dejo un video recopilatorio de las carreras de nuestros héroes.


Haz clic aquí para acceder al track


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