viernes, 5 de mayo de 2023

De Toga a Santa Ana


Todos los años, coincidiendo con la romería que se hace el 1 de mayo de Zucaina a Santa Ana, un grupo de esforzados senderistas salen de Toga para visitar a los romeros y dar una vuelta por el ambiente festivo que ese día se respira en la ermita.

La ruta de Toga a Santa Ana no es moco de pavo. Son alrededor de 20 kilómetros con un desnivel de 850 metros donde hay todo tipo de camino, todo tipo de firme y subidas y bajadas variadas.

Ximo, Perico y algunos más son, desde hace casi 30 años, los organizadores del evento, donde principalmente hay que tener en cuenta que la ruta no es circular, con lo que hay que organizar coches para la vuelta y después hay que alimentarse bien. Como dice Perico, vitamina "ll", llomello, llonganissa, morcilla y llagostins.

Este año hicieron la ruta 18 personas, Alejandra, Ani, Anna, Berta, Diego, Edurne, Encarni, Eva, Félix, Iñaki, Juan, Jesús, Kiko, María, el maño, Mari Carmen, Pablo, Perico y Ximo, un récord de participación en la excursión. Había gente de todo tipo. Jóvenes, mayores, delgados, rellenitos y más o menos acostumbrados a caminar. Y el origen de las personas también era variado. Hijos y oriundos de Toga, del equipo de rugby y amigos de unos y de otros.

El perfil de la ruta muestra claramente que la cosa no es fácil. Hay que subir y bajar, pero sobre todo, subir. En cuanto a las sorpresas que te encuentras en el camino, hay de todo tipo. Por ejemplo, se acorta camino buscando atajos por donde no pasa nadie, con lo que piernas y brazos sufren un masaje con las aliagas, zarzas y demás plantas agresivas. También se camina por el medio de un barranco, ya no buscando el camino, sino tratando de sobrevivir entre las piedras y fortaleciendo los tobillos de paso.

Nuestros caminantes quedaron a las 7.30 en la plaza de Toro, en Toga. Hubo pequeños retrasos pero al final se salió más o menos como estaba previsto.

La ruta sale de Toga en dirección a Torrechiva. El camino forma parte del GR333, ruta que recorre los 15 pueblos de la Mancomunidad Espadán-Mijares. Es, al principio una bonita senda entre bosque que pica un poco habia arriba pero sin exagerar. En el kilómetro 1 se pasa por un punto delicado donde corrimientos de tierra van haciendo desaparecer el camino. Algunos de los caminantes que participan en esta ruta fueron no hace mucho a hacer la "zulcida". Picaron  el suelo para ensanchar el poco camino que quedaba, clavaron estacas para hacer de quitamiedos y dejaron presentable el paso. ¡Unos artistas de la construcción rural!


Justo antes de llegar a Torrechiva, en el kilómetro 2,8 de la ruta, el grupo siguió por una pista con dirección al Tormo, aldea de Cirat. lugar que a duras penas sobrevive con unos pocos vecinos.

La pista por la que transitaban nuestros senderistas era ancha. Es la antigua carretera que unía esos pueblos. Por allí pasaba el autobús durante la Guerra Civil. 


La pista pasaba por al lado del Mas del Pinar, grande y hecho polvo.

De la pista sale una senda con una flecha que pone "Ludiente", que se deja atrás y poco después, se toma una senda, esta sólo señalada con un pequeño hito de piedras. Si no lo sabes o no llevas gps, seguro que te la pasas. Estaban en el kilómetro 6,3 de la ruta. Esa era la senda de la ruta de ese día.


El grupo de pone en fila india para acometer la senda, que se empina hacia arriba hasta llegar a otra pista. Siguiendo por ella y cogiendo algún que otro atajo medio perdido se llega al collado del Jupillo, en el kilómetro 8,4, al lado de la muela de Cirat. Ximo comentó que esa pista formaba parte del camino real de Aragón y que seguro que el Cid pasó por aquí para buscar la playa de Valencia.

Ximo también contó alguna anécdota sobre las penurias que pasaban los arrieros y tratantes que tenían que recorrer estos caminos hasta Cortes, o incluso hasta Valdelinares, ya en Teruel, haciendo frente al frío, el cansancio o el calor sofocante. Eran otras épocas y qué pensarían estas personas si les dijeran que ahora se hacían estas rutas por gusto. Que estamos todos locos.


Ahora la ruta empieza a bajar. Bajando también se cogen atajos de la pista. Revueltas del camino que se ahorran a base de depilación por aliagas.

Nuestros senderistas pasaron por los restos de las grandes Masías de los Gavites y dela Artijuela. Esta zona estaba muy habitada por personas que vivían en muchas masías separadas por cientos de metros. Ahora ya no queda nadie.. 


Hay una anécdota muy buena de Ángel Sorní Montolio, escritor oriundo de Cirat (las he copiado de un texto suyo) que agradezco y transcribo aquí. Es sobre la masía de los Gavites:

“Les ocurrió a los últimos que abandonaron el caserío. Habían recogido una cría de culebra y se la llevaron a casa. Le pusieron de nombre Maruja. Allí la alimentaron con leche, pero al tener que marcharse a Barcelona, la dejaron abandonada. El matrimonio volvió al verano siguiente para recoger algún objeto que para ellos tendría cierto valor sentimental y se quedaron a pasar la noche. ¿Y sabe qué?. Pues que a media noche se despertó el marido, porque notaba su pierna aprisionada y vio a la culebra Maruja que se lo estaba engullendo y que ya se le había tragado casi toda la pierna. No vea usted el susto que se pegó. La cuestión es que lograron que soltase la pierna y, según dicen, aún anda la serpiente merodeando por allí. Ande usted con cuidado”.

La ruta ahora cambia radicalmente. De una pista de tierra cómoda se pasa al firme de piedras del lecho de un torrente. Los caminantes han llegado a la Rambla de Santa Ana, al Barranco del Hambre. Es el kilómetro 10,3 de la ruta.


En el kilómetro 11 se llega a la poza de la Caldera, lugar del almuerzo. Ese año, con la sequía, había  poca agua. Hubo que hacer algún malabarismo para llegar al lugar de almuerzo pero se consiguió sin mayor problema. Cuando hay mucha agua se va por un lado y cuando hay poca, como en esta ocasión, se va por dentro del propio barranco.

Con risas y muy buen ambiente se concluyó el almuerzo y se continuó el camino. Los siguiente metros fueron "especiales". Intentando buscar el mejor paso casi se hizo una senda nueva a costa de los arañazos a nuestros caminantes..  

La travesía por el barranco de Hambre son 2,5 kilómetros donde se ralentiza el ritmo de caminar. Hay que ir buscando un paso dentro del propio barranco. La senda existe pero las distintas avenidas y el crecimiento de maleza hacen que se vaya desdibujando y se tenga que buscar para seguirla. 


Se pasa por el mas de Espelleta, allá abajo se ve unos cables que cruzan el barranco. Eran para transportar las vagonetas de una vieja mina de carbón. Hoy todo son ruinas.

Un poco más adelanto, en el kilómetro 12,8 hay una vieja noria mecánica, ya hecha polvo y el Mas del Barranco. Aquí se sale de la rambla.


Ahora el camino se vuelve más transitable. Tras unos atajos donde se sigue haciendo un poco el cabra, se va por una ancha pista que sube y sube hasta llegar a la carretera de Montanejos a Zucaina. El desnivel no es muy alto. Se suben 200 metros en 6 kilómetros, pero esos kilómetros a pleno sol cuando el grupo llevaba más de 10 a sus espaldas parece un muro para superar. Se hacen muy, muy, muy largos.

El sol ya está en lo alto, y el cuerpo busca las pocas sombras que hay a algún lado del camino. La llegada al final de la pista de tierra, donde hay una antigua casa de peones camineros es un pequeño triunfo. Ya se está en el kilómetro 18,4 de la ruta. De repente un rebaño de ovejas y alguna cabra invaden la casa de peones y la carretera. Esta situación da un poco de alegría al grupo, porque esta escena cada vez es más difícil de ver. Pocos rebaños quedan.


Ahora tocaba un poco de carretera y enseguida se llegaba a Santa Ana. Puestos de juguetes, ropa y demás recibieron al grupo de Toga que andaba deseoso de una hidratación fresca y urgente. Hacía calorcito pero no demasiado. Poco antes de llegar a destino ya se oían gritos de los conductores que estaban esperando al grupo para llevarlo a comer.


Se llegó, se bebió, principalmente cerveza en cantidades moderadas, se hizo la foto de rigor y se subió a los coches para ir al Castillo de Villamalefa a comer.


Una vez en el Castillo, ya más relajados, nuestros héroes se sentaros a degustar una gran comida. Eran, entre senderistas y conductores alrededor de 30 personas y las conversaciones iban muy fluidas. La comida fue un espectáculo. Todo bueno y abundante. Para saciar el hambre y recuperar fuerzas. Al final fue imposible terminarse la comida y la superamable y maja camarera trajo fiambreras para que se llevaran la sobras. Hubo mucha, mucha, mucha comida, y muy buena.




Tras el gran banquete, unos con más fuerza que otros fueron a los coches para volver a Toga. En media horita se acabo la aventura. Todos se despidieron con la promesa de intentar volver el siguiente año. 

Sobre la 6 se dio por terminada la ruta. 

Como resumen de la aventura se podría decir que fue muy divertida, donde lo mejor fueron las personas, cada una de una manera pero todas juntas formando un gran equipo.

La ruta, muy buena y variada, ni fácil ni dura. El tiempo perfecto, quizá un poco de calor, pero no demasiado. Y la comida fantástica.

Un día perfecto para repetir. Ya se espera el año siguiente.

Os paso la ruta hecha un par de años antes, que este año no se grabó.

Haz clic aquí para ver la ruta




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