miércoles, 4 de junio de 2014

Las crestas del Bartolo (II)

Esta es la segunda vez que ponemos la ruta de las crestas en nuestro blog, y tenemos dos razones para hacerlo. La primera es que los senderistas fueron otros y la segunda es que la ruta es ligeramente distinta a la anterior.

Los senderistas que participaron en esta excursión salieron del aparcamiento del monasterio del Desierto de las Palmas a las 8:30 una mañana de junio fresquita. Eran Antonio, Ara, Carmen, María, Kiko y Pedro. Otros caminantes del grupo, Manolo y Vicent, venían andando desde Benicàssim y habían quedado con el resto en el monasterio. Parecía que iban un poco retrasados y el grupo comenzó sin ellos a la espera que les alcanzaran.



Tomaron la senda que sale desde la casa de oración que hay arriba del aparcamiento y que lleva a la pista del Bruno, la que va a la Pobla. Cuando la pista llegó a su punto más alto, el coll de la Mola, el grupo tomó un camino a la derecha y comenzó la subida de las crestas. La primera ascensión es muy exigente y hay que tomársela con tranquilidad. El grupo había llegado hasta allí bastante rapidito y atacó las crestas con demasiada ligereza. La consecuencia es que a María le dió una pájara y sufrió bastante. Hubo que parar varias veces para que cogiera aliento.

Pero no hay nada que dure eternamente. Al cabo de unos minutos, la pájara se fue tal y como había venido y María volvió a sonreir. Se notaba la perfecta recuperación porque a partir de un momento Carmen y María no pararon de hablar de sus cosas mientras caminaban y eso es señal que el cuerpo va bien y no le falta aire. También hay que señalar que todas las subidas se acaban y en este caso cuando ya te pones a "crestear" la ruta no tiene desniveles muy elevados.


 La ruta de las crestas está marcada con una señales de madera que te van dirigiendo al pico del Bartolo, también hay (y menos mal que están) unas marcas amarillas y blancas pintadas en la piedras. Estas son las marcas que señalan los senderos de pequeño recorrido (los de gran recorrido son rojas y blancas y las locales son verdes y blancas). Desde el club Rayito no somos muy partidarios de pintar las sendas ya que se desvirtua un poco lo natural de las rutas de montaña, pero en este caso parece que está un poco justificado. La ruta de las crestas no es realmente un camino. Es más bien una senda discontinua donde grandes rocas y otros accidentes van jalonando el terreno. Si no se tiene mucha memoria, a veces no es fácil saber por donde va la ruta y las marcas amarillas y blancas ayudan mucho. 

En el caso de nuestro grupo, hubo un momento de despiste y perdieron el sendero. Sólo Ara se dio cuenta de que por allí no pasaba nadie y avisó al resto de caminantes de que ese no era el camino. 

Mientras se atraviesa la pequeña sierra de sur a norte, se pasa por el Cantal gros (700m.) y por el Caragol de Panxa (699m.), dos pequeños picos que van dando emoción a la travesía. Los mojones que marcan la cima recuerdan las acumulaciones de piedras que hacen en el Nepal. ¡Como si estuvieran en el Himalaya!

El grupo de senderistas siguió camninando, ahora ya sin cansancio y sin prisas, por todas las crestas, admirando el paisaje. Este paisaje es muy bonito y curioso. Al este la montaña es más pelada y se divisa una estupenda vista de toda la plana de Castellón, de las agujas de santa Águeda y con el mar al fondo. Y más al fondo les Columbretes de decoración.

Al Oeste la vista es mucho más boscosa, al estar el terreno más protegido del viento del mar. Se divisan muchos pueblos, que nuestros senderistas fueron desgranando y al fondo, como no, el pico de Penyagolosa.

La Ruta de las crestas finaliza en la cruz del Bartolo, de la que ya contamos la historia en la otra entrada de nuestro blog (Fué inaugurada en 1902, en 1936 la dinamitaron no si esfuerzo y en 1985 la volvieron a levantar). En la cruz había tres trabajadores (o voluntarios) de Consellería en su primer día de trabajo. Eran de las brigadas que controlan los incendios y que estan de junio a septiembre con los prismáticos en la mano escrutando los montes para ver humo.

En la cruz todavía no había noticias de Manolo y Vicent, los rezagados que venían de Benicàssim. Era raro ya que esta pareja es bastante corredora. Nuestro grupo principal no esperó y  comenzó el descenso.

El descenso se hace por una senda muy trialera que sale a la izquierda de la carretera que baja del Bartolo, a unos 250 metros desde arriba. El camino es empinado y delicado y, si no se tiene costumbre, hay que tener cuidado de no resbalar.

Para dar un poco más de emoción a la ruta y aprovechando que Antonio se había puesto vaqueros en previsión de no rascarse las piernas, el grupo tomó un atajo que hay en el camino de bajada. Es una senda bastante perdida que acorta la ruta en unos 500 metros. La maleza se había adueñado del camino y hubo bastantes quejas por el tratamiento gratuito de exfoliación de brazos y piernas. Pero al final todo es aventura y se pasó un rato divertido. Es cierto que el atajo acorta la ruta pero el tiempo que lleva el recorrerlo seguro que es mayor que el hacer el camino largo. Al final se llegó otra vez a la carretera que baja del Bartolo, pero en su tramo final.

Cuando nuestros caminantes estaban a punto de finalizar la ruta, una pareja pidió paso por detrás. Eran Manolo i Vicent que por fin habían contactado con el grupo. Parece que la pareja tuvo algunos problemas de "fuelle". Vicent es un gran corredor de asfalto pero le falta costumbre en las subidas de montaña. Los músculos que se usan para subir parece que son distintos que los que se utilizan para llanear. El club Rayito cogió el compromiso de entrenar a Vicent para hacerle más polifacético.

Mención especial a Ara, la senderista más trabajadora del grupo. Es una perra que hizó la ruta tres o cuatro veces porque andaba todo el camino entrepiernas, arriba y abajo. Seguro que se pegaría buena siesta por la tarde

Al final de la excursión no hubo cervezas. Manolo y Vicent siguieron bajando hasta Benicàssim (les quedaba una hora de camino) y algunos del resto andaban con prisas. A la próxima será.

Como conclusión la ruta resultó divertida, muy huevona porque los caminantes andaban poco acostumbrados, y muy relajante por el paisaje. ¡No hace falta ir muy lejos para tener un rato de aventura!


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